CRISTINA BUESA
BARCELONA
El alcohol y las drogas no son el único peligro al que se enfrentan los conductores. El consumo de algo tan aparentemente inofensivo como un cruasán también puede acabar en multa. Y si alguien lo pone en duda, que se lo pregunte a Jordi Juanola, que el pasado viernes fue sancionado por un guardia urbano de Barcelona por conducir mientras le hincaba el diente a uno de estos dulces.
"Aunque parezca broma, es verdad", se defiende este joven sin perder en ningún momento el sentido del humor. Cuenta que ese día, pocos minutos antes de las doce del mediodía, circulaba por la calle de Aragó. "El semáforo se puso en ámbar y, antes de saltármelo, decidí quedarme unos centímetros justo delante del paso de peatones", recuerda. En ese instante, un agente local le conminó a apartarse del carril y a facilitarle la documentación.
NINGíƒÆ’í†â€™íƒâ€¦¡N GESTO RARO
"Hasta entonces no vi nada extraño. Creí que me quería multar por lo del semáforo pero, de repente, va y me dice que si yo no sabía que está prohibido comer mientras se conduce", relata Juanola, que hace 12 años que tiene el carnet.
El gran pecado de este vecino de Mataró (Maresme) había sido morder el cruasán de jamón y queso que se había comprado un rato antes en la panadería que hay junto a su oficina. "No había hecho ningún gesto raro al volante. Ni tan solo me distraje. íƒÆ’í†â€™íƒâ€¦¡nicamente aproveché que estaba parado para morder uno de los cuernos del bollo", se quejaba ayer.
Jordi Juanola opina que la Guardia Urbana no debería "malgastar" su tiempo con este tipo de sanciones. Sin embargo, es consciente de los peligros de apartar los ojos de la carretera, por lo que viaja siempre con el teléfono conectado al manos libres. "Tuve suerte de que el policía no pensase que había puesto en peligro la circulación porque si no podría haberme quitado hasta tres puntos del carnet", ironizaba el conductor, de 34 años, ayer en Mataró.
Mientras esperaba a que el agente encontrase en su libreta de notas el artículo que había infringido, Juanola preguntó al otro guardia urbano que le acompañaba "si era una broma". Pero no, la temeridad de comerse un cruasán mientras conducía su Mazda descapotable por el Eixample le costará 60 euros.
PAGARíƒÂ LA MULTA "Sí,
claro que pagaré la multa. Tenía dos opciones: cabrearme e increparle, con lo que todavía hubiese sido peor, o hacer lo que he hecho, que ha sido reírme a su costa y abonar el importe. La única reflexión que hago es que cada día circulan miles de personas hablando por teléfono, comiendo, bebiendo o simplemente distraídos y no creo que sepan que les puede pasar esto", indica.