La vida se agota en los fondos marinos
Un minucioso estudio de la Reserva de la Biosfera deja al descubierto el incremento de los blanquizales, zonas vacías de vida, por el aumento de los "erizos de lima" debido a la sobreexplotación pesquera.
23/nov/08 07:27
V. MARTíƒÂN, S/C de La Palma
La Palma pierde vida. No es arriba, en la superficie. La muerte se ve en el fondo. Debajo del mar, donde el sufrimiento es menos compartido, la presión del ser humano sobre el medio está acabando con la flora, con la cubierta vegetal, y con la fauna que antaño se movía bajo su mirada y protección.
Un estudio de especialistas de la Reserva de la Biosfera, de gente implicada y que sueña mientras trabaja, abre la puerta de una realidad distinta. En la tierra, el desierto marca la soledad. Abajo, en el fondo, los blanquizales señalan las zonas rocosas vacías de vida. Y se extienden. Son lugares, por desgracia, cada vez más frecuentes y que ya incluso rodean a la Isla.
No es producto de la casualidad. Nada, casi nada, lo es. Los llamados erizos de lima (Diadema antillarumse) se están apoderando de la costa. Antes, sus depredadores, como, por ejemplo, los "peces gallos", marcaban el límite. Los tenían a raya. Ahora, con la sobreexplotación pesquera, estos invertebrados marinos, que "nadie" los quiere, tienen poca o nula oposición y su población se extiende sin remedio. Es sencillo, si no hay peces que se los coman, cada vez serán más y su acción, no hay discusión, es devastadora.
150 millones de erizos. Después de un trabajo de campo, sobre el terreno, ciertamente laborioso, con más de 160 horas bajo el agua en 120 inmersiones, distribuidas en un total de 51 puntos o localizaciones de muestreo repartidas por toda La Palma, los especialistas que participan en este proyecto tienen argumentos más que suficientes, "el que lo dude que baje y los cuente", para afirmar que en el perímetro marino de la Isla existen cerca de 150 millones de erizos de lima, desde 0 hasta 20 metros de profundidad. Y son muchos. Demasiados.
Las inmersiones realizadas para la elaboración de este estudio también ponen al descubierto otra realidad detestable. Los buzos se "chocaron" con bastante asiduidad con artes de pesca ilegales. Sí, lo matan todo. No hay respiro. Nasas, por poner un ejemplo, ubicadas a escasos ocho metros de profundidad. En las narices de la costa. Cerca de casetas, de pequeños "poblados" igualmente ilegales. Son artes, la mayoría de los casos se nota que no son profesionales, que sólo se pueden usar a más de veinte metros. Abajo, muy abajo, para lo que fueron diseñadas.
Soluciones. Lo mejor, el único mensaje ciertamente ilusionante, es que hay posibilidades de cambiarlo todo. Sí, aún es posible dar vida. Devolverla. Existen herramientas válidas para mejorar los fondos marinos de la Isla.
Con los datos que se ofrecen en este informe, parece claro que los ecosistemas no son sostenibles con la presión que se está realizando sobre el medio. Si se parte de esa premisa, que es incuestionable, lo más inteligente para recuperar la naturaleza propia de estos espacios debe ser limitar el número de pescadores en determinadas zonas, incluso de forma rotatoria, y, también, crear espacios marinos donde, como medida más drástica, se excluya la acción del hombre, tal y como ya ocurre, con resultados altamente satisfactorios, en la reserva marina de Fuencaliente. Eso o no poder mostrar a generaciones futuras aquello que los antepasados mantuvieron inalterable. Sólo es elegir. Y parece claro.