Este fin de semana nos dimos una escapada de dos días a una de nuestras mejores regiones (Paria) y en este post seré menos escueto que de costumbre y además de colgar las fotos describiré en alguna medida las condiciones en que se hicieron las capturas y cómo se hicieron. Pido indulgencia si el post queda muy largo de texto, lo que pasa es que hay para rato y queríamos intentar compartir lo bien que la pasamos. Nos excusamos también porque algunas fotos no hacen justicia a la belleza del lugar.
Era puente íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“patrióticoíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ por aquí, el viernes 24 se conmemoraba la batalla que dio una independencia en el papel a Venezuela, y íƒÂngel y yo habíamos decidido que nos escaparíamos a pescar como fuese para Paria, aunque eso implicase un largo viaje (más de 22 horas ida y vuelta, incluyendo carretera y mar) sin saber aún cómo estaba el mar por esa zona, que en esta época es una lotería y podría estar ya en su plenitud de condiciones o literalmente impescable.
Cuando llegamos, estaba impescable en muchos de los mejores lugares y fuimos andando kilómetros y kilómetros en el íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“peñeroíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ hasta dar con lugares más o menos en condiciones. Impescable bien sea por un agua sucísima y íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“fríaíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ para nosotros y/o con una corriente endemoniada. Para peor, en el fondo estaba aún más fea. Por suerte no había las acostumbradas marejadas ni mucho movimiento de mar, por lo que pegados a la costa algo se podía hacer, al menos en algunas ensenadas y puntas. Pero ya sabemos que cuando el agua está así de sucia pueden pasar tres cosas no excluyentes: a) los peces brillan por su ausencia; b) están pero no se ven o c) están y se ven pero están muy nerviosos y desconfiados. Todo esto redunda en los mismos resultados: poca pesca.
En todo caso, lo bueno de este deporte es que no es necesario hacer una matanza o abatir un gran trofeo para disfrutar. Sólo ver paisajes como estos justifican a un viaje tan largo y penoso y nos estimulan a seguir jugando esa lotería llamada Paria. Vean que el color del agua no es la típica caribeña pero aún así son escenas impresionantes:
Una de las muchas cascaditas que por allí drenan el agua de lluvia al mar.
Uno de los tantos morros e islotes colonizados por bonsais naturales y centenares de fragatas y otras aves.
Primer día de pescaEl primer día de escape fue puro traslado y logística. Pescaríamos sólo en el segundo día, que sería así nuestro primer día de faena de pesca. En el primer lugar que revisamos no vimos nada pescable. Ya en el segundo nos separamos. íƒÂngel se fue a intentar a asegurar algún pámpano de costumbre en un hueco pampanero que conoce y yo me fui casi a la rompiente de un pequeño morro a ver si pillaba algún pez de paso despistado o daba con algún pargo aguadera. Resultado: no había pámpanos en el hueco que revisó íƒÂngel pero estaba algo mejor que intentó infructuosamente escaparse: un buen pargo guasinuco o cubera (Lutjanus cyanopterus) de unos diez kilos:
Mientras tanto yo estaba distrayéndome revisando los huecos orilleros cuando me llegó el cardumen de sábalos o tarpones. Ni me preocupé con ellos (los pescamos sólo si alguien nos los pide o si son realmente gigantes) pero de pronto vi que con ellos andaba lo que llamamos aquí un medregal (íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“almaco jackíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ o Seriola rivoliana), en realidad uno pequeño (3 kilos) aunque aquí desafortunadamente esa especie no se consigue tampoco tan grande como en otros países y un bichito de esos ya es un pequeño manjar cocinado como sea. Le hice la esperita respectiva agarrado a una piedra en el espumero y se llevó un tiro mortal el pobre. Ese medregal nos lo cenaríamos esa noche y descubriríamos que estaba atascado de calamares, casi tan frescos que provocaba freirlos :evil:
Seguí revisando huecos en busca de pargos y me entretuve particularmente en uno bastante con varias grietas y salidas donde había muchísimos peces pequeños no interesantes para nosotros, como sargos tropicales, loros, sargenticos, etc., sin ningún brillo rojizo o cuerpo rechoncho interesante. Cuando salgo del hueco cuál no es mi sorpresa al ver un denso cardumen de íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“blanquillasíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ (íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“yellow jackíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ o Carangoides bartholomaei) que nadaba alrededor de mis aletas. Las espanté al salir del hueco sin saber que estaban ahí pero que me agarré nuevamente de la piedra, solté unas burbujitas y bajé la cara para no verlas por un rato, aguantando la misma apnea porque estaba apenas a unos cinco metrosíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚¦ Aunque las blanquillas grandes son desconfiadísimas, especialmente con el agua así de sucia, cayeron en mi trampa y regresaron a darme vueltas vertiginosamente. Seleccioné una como pude en el torbellino, apunté y booommm. La dejé en el nylon aunque el tiro no fue franco y se perdió con la cuerda haciéndome un enredo con las piedras y mejillones que poco a poco fui desliando. Al final cuando la consigo cansada, enredada en una piedra y comienzo a tirarla veo que el mar fue bondadoso conmigo como pocas veces: enredada en unos sargazos algo más hondos también estaba otra blanquilla, agotada y pasada al nylon como la primeraíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚¦ es decir, el tiro fue un doblete!!! Un espléndido doblete de estos majestuosos y sabrosos como pocos animales, eso si es comenzar bien pese a las condiciones. Agradecí al mar y a Dios esta tremenda suerte y también la ventaja de llevar un fusil potente y veloz en las manos, porque ambas blanquillas pesaron más de seis kilos cada una y nadaban como unas endemoniadas íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“con queíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ no era fácil acertarlas, menos a dos. La foto no es de las mejores pero se puede ver bien uno de los animales y el tiro francamente malo que terminó siendo muy bueno
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No vimos más nada allí y nos fuimos a otro lugar a probar. Nos separamos de nuevo: íƒÂngel a revisar la parte norte de una bajería y yo la parte este. íƒÂngel esta vez se regresó al bote sin nada en las manos pero por suerte yo pillé un pargo cebadal precioso en una inmersión también preciosa:
Era mi primera bajada en esa bajería. Me preparo al borde una gran piedra que sube hasta unos cuatro metros pero que cae hasta unos veinte. Doy el golpe de riñón y comienzo mis aleteadas pausadas y completas, sin ver para el fondo. Cuando voy como por los 15 metros comienzo a ver el fondo y me dirijo a la frontera piedra-arena a unos 18 metros. A medida que bajo comienzo a ver la silueta de este majestuoso pez, una especie con una librea bellísima (y una carne insuperable) y desconfiadísima a medida que sube en kilos. Seguí con mi lenta y silenciosa caída, saqué el fusil poco a poco, apunté a un pargo algo curioso y boommmm, el bicho se llevo un tiro mortal que ni se enteró. Otro buen pez que se da, gracias al mar y a Dios. Seguimos revisando y no había más nada. Nos movimos a otros sitios buenos que conocemos y comienza a preocuparnos que no vemos nada. Yo comienzo a notar que no me siento bien, para colmo.
Al final, como a las dos de la tarde luego de muchos lugares infructuosos, decidimos pescar unos sábalos que nos había pedido el lanchero para salarlos. Embarcamos uno cada uno de15 kilos y nos fuimos. Vamos a otro lugar, me toca a mí la parte más honda de la bajería. Después de tres inmersiones noto que me siento mareado en el agua y me subo al bote sin nada en las manos. Llega íƒÂngel también sin nada en las manos y le digo que me siento bastante mal. Vámonos pa otro lugar. Por el camino vomito cuatro veces y siento un gran dolor de cabeza y agotamiento: me ha dado un corte de digestión, tal vez por una cantidad indebida de mangos que nos comimos temprano (estas frutas son unas compañeras de pesca fantásticas pero esta vez me traicionaron) y siento que no podré pescar más por lo que queda del día. Primera vez que me pasa eso pero es así como se aprende. Me quedo en el bote mientras íƒÂngel se faja en una dura rompiente y hace un bello pasador de varios pargos aguadera medianos (Lutjanus jocu) en un último lugar antes de irnos.
Segundo día de pescaAl otro día las condiciones del mar estaban aún peores. Iban dos horas de faena y no habiamos puesto nada a bordo. En eso íƒÂngel decide revisar un pequeño sitio generalmente no tan bueno que conoce y que es de su reserva cuando todos los buenos sitios no nos dan resultados. La suerte se cumplió: sacó un pargo cebadal también buenísimo:
También pescó un sabrosísimo íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“carite pintadoíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ (Scomberomorus brasiliensis), que nos cenaríamos más tarde en esa noche. La carne de estos peces parece paté: una crema blanca y sabrosa que no necesita mucho aderezo. Qué pequeños reyezuelos estábamos hechos, pasando la tarde en un bucólico pueblecito perdido en la selva, tomando algunas cervezas y hablando tonterías trascendentales de la vida, je je je:
Bueno, volvamos a la faena. Decidimos revisar otro lugar de esos de reserva para cuando todo sale mal y íƒÂngel pilla al caer una bella cuna aguají (Mycteroperca bonaci) casi en la rompiente. Yo estaba en la parte honda de la bajería y en una caída veo un cebadal de unos dos kilos que huía de mí yéndose cada vez más hondo. Como veo que no se va a parar le tiro así mismo de lejos y lo fallo. Pero no me doy por vencido, me voy a la parte más honda, me preparo y bajo nuevamente. Al caer veo otro cebadal de dos kilos que comienza también a bajar en su huída, pero en las piedras del fondo, ya a unos veinte metros, veo algo mejoríƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚¦ una reunión de tres hermosos pargos de estos mucho más grandes nadando sobre una piedraíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚¦ hago el acecho por el fondo y elijo el más grande, el cual se lleva un tiro franco pero que aún así lucha en la subida. Este también se da...:
Pero sin duda lo más importante había sido esa inmersión tan bonita. El agua estaba buena en el fondo y había una gran nube de muchísimos pargos guanapos pequeños (Lutjanus synagris), pargos anime (Lutjanus mahogoni) y de cunaros (Rhomboplites aurorubens), que formaban como un gran árbol que garvitaba sobre las piedras. Bajo de ellos los hermosos cebadales, en una actitud muy parecida a la de vuestros dentones. Le aviso a íƒÂngel que hay más cabadales grandes y comienza la cacería de nuevo. Luego de varias bajadas de ambos, íƒÂngel se consigue con otro cebadalote que lo miraba de frente en el fondo, el cual también se viene a la superficie dominado con un buen tiro. Celebramos a lo grande por este par de trofeos y nos vamos a otros lugaríƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚¦ En el bote Angel tomó una foto de las piezas de esas piedras junto con uno de los mares Sten 115 que ayudó a capturarlas:
A partir de entonces no nos siguió yendo tan bien aunque salieron unos peces salteados menos memorables. Lo mejorcito fue un loro guacamayo (Scarus guacamaia) de unos diez kilos que pescó íƒÂngel y dos medregales de cuatro kilos que maté yo. Lo dejamos hasta ahí y nos regresamos a nuestra ciudad felices y a la expectativa de estar nuevamente ahí pero para cuando las aguas se aclaren. Falta poco.
Cuarto día: despedidaAl otro día, ya cuando nos íbamos de mañana casi que nos metemos en el puerto del pueblo porque las aguas estaban impresionantemente claras por ser una ensenada portegida... Lástima que el lanchero ni nadie es tan fiebruda como nosotros y tuvimos que quedarnos con las ganas... se oyen tantas historias de guasas y guasinucos gigantes que queríamos ver si era verdad
: Esta bien no pescamos más y ya nos despedimos para la próxima de ese pedazo de nosotros que es esa península.
Eso más o menos es la historia de dos días más de pesca en unos de los lugares que nos ha dado a bien la naturaleza tener cerca.
Saludos
Alexis
