Implícita en la mental afirmación que me repetí a mi mismo tres veces en un segundo, iba un análisis pormenorizado de la situación: ¡Pedazo de bicharraco!. Había merecido la pena el madrugón, el largo trayecto en barca contra el mar, la inmensa satisfacción que supone ponerse el traje húmedo y helado bajo una insistente lluvia mañanera solo comparable en comodidad con el incordioso vaivén de la mar de fondo de levante.
El recuerdo del debate interno que unas horas antes mantenía con migo mismo sobre la conveniencia o no de salir a pescar hoy, dadas las condiciones climáticas, me viene a la mente justo ahora, antes de tocar el fondo, como una de las anécdotas que voy a contar en la entrada de mi blog. El fuerte levante que sopló anoche borró casi por completo mis esperanzas de poder salir, y sin embargo esta mañana el mar se ha levantado calmado y ligeramente ondulado. Ante esta imagen y con pensamientos absolutamente impuros, no me he podido resistir ni un poquito.
Quizás la escasa corriente, el querer poner el sol a mis espaldas o un simple í¢â‚¬Å“porquesií¢â‚¬Â hizo que tomara esa orientación en la caída sobre el bajo. Quizás el hecho de haber capturado sendas lubinas en las dos bajadas precedentes en el mismo sitio me hizo repetitivo en mi estrategia, en este caso poco elaborada, falta de originalidad y no por ello menos eficaz. Pero el caso es que ahí estaba yo, llegando al fondo sobre la misma piedra, con la misma orientación y saludando de nuevo a la misma julia mientras me deslizo entre dos grandes piedras desprendidas de una amplia visera.
Una vez tocado el fondo, como digo, entre las dos grandes piedras desprendidas de una visera, que ahora queda a mi izquierda, hago una pequeña espera. Momentos antes, en ese mismo sitio y por la derecha, hacia los exteriores del bajo, un grupo de lobas me abordaba sin contemplaciones, ofreciendo un tiro más que fácil en la espina de la más grande y alegrándome la mañana por ser la segunda del día (hecho poco habitual).
Al no ver rastro de lubinas en este punto, decido continuar mi acecho, pues un poco más adelante, y esta vez por la izquierda, por encima del bajo, otra lubina solitaria ponía a prueba mi apnea y mi paciencia, para finalmente poner a prueba mi puntería y dormir para siempre. Bonus extra para mi creciente autoestima y clara revalorización de la confianza en mi estimado denton95.
Sigue sin haber rastro de lubinas y las castañuelas no parecen alteradas. Tres metros más adelante, una piedra solitaria descansa cerca de la visera. Va a ser mi siguiente y última parada donde agotar mi apnea con una espera final. Me deslizo levemente elevado con respecto a ella, y en el momento justo antes de ocultarme, lo veo. Me cuesta un segundo digerir lo que estoy viendo ¿qué-es-eso? es como un salami con ojos, como una tarrina de dvds de un metro, es, es ¡¡el espetón más bruto, gigantesco y espectacular que había visto nunca!!
Depredador insaciable, sombra de las tinieblas. Recién llegado de los abismos, se daba su último paseo, ajeno a mi presencia. Increíble. Se dirige pegado al fondo hacia mi piedra. Me oculto y lo pierdo de vista con la esperanza de aumentar su curiosidad.
Debe aparecer por un lado de la piedra, puesto que a la izquierda está el escalón, opto por colocarme hacia la derecha. Efectivamente no tarda en aparecer, primero la gran boca, entreabierta y llena de grandes colmillos, luego uno de los ojos más grandes de todos los mares, para luego ir apareciendo raya tras raya, interminablemente. El tiro no se hace esperar, completamente a placer, directo al interruptor, apaga al animal que cae redondo al fondo con solo un cuarto de la varilla atravesándolo.
Con la referencia de la varilla clavada veo que es bastante grande, pero cuando lo tengo en mis manos, me doy cuenta de que no sólo es el espetón más grande que he visto, sino que es el más grande que posiblemente vaya a ver jamás.