Me levanté con las piernas cansadas y algo de sueño, no había dormido bien la noche anterior. El reloj marcaba las 10:00.Miré por la ventana hacia un Mar en calma. Empecé a recoger la habitación, barrí y fregué algunos vasos de la noche anterior, puse una lavadora y una secadora. Hice tiempo para estas últimas leyendo a Kundera en la terraza, al sol, como un lagarto.
A las doce las máquinas acabaron su trabajo y volví a mirar al Mar, seguía en calma y un suave Norte empezaba a acariciar la superficie.
Me decidí: Cogí los bártulos y enfilé hacia el puerto.
El agua estaba limpia, 16 mtrs en vertical y había un poco de corriente.
Comienzo a hacer esperas en un fondo de 14mtrs., veo mucha castañuela, está inquieta, pero ningún depredador. No hay mucha vida. Al cabo de un rato, entre la posidónea, veo una piedra que sale de la alfombra que es el fondo. Ventilo y caigo encima. Noto que el agua está fría por debajo de los 15. No hay nada. Entonces , en la neblina de la lejanía aparece un banco de sargos picudos, todos de buen tamaño. Doy unos golpes con el fusil y en poco tiempo los tengo encima. Elijo mi presa y disparo.
Sigo buscando pero apenas veo movimiento. Así que cambio de zona.
Ahora me encuentro en un fondo de 18mtrs. Encuentro un roquedal con una piedra en forma de catedral. Ventilo y caigo separado de ella. La tengo enfrente de mí. A su falda las vidrias se arremolinan nerviosas, cientos de ellas. Un banco de picudos sobrevuela la cima y en su interior, en la oscuridad, un Mero adolescente me mira atento. Me relajo ante la bella imagen. El Mero se gira, lento, me da su perfil y desaparece en su cueva. La vidrias se dispersan y me giro sobre mí mismo para enfilar el banco de picudos. Los llamo para intentar que el banco gire y vuelva a mi situación. Algunos se acercan. Elijo pieza y subo contento. Noto que los tiros se me van altos, creo que se debe a que la varilla está algo doblada, así que tomo nota por si tengo encuentros futuros. Sigo haciendo algún sargo hasta que en una extensión de tierra, a las espaldas de la catedral veo un banco de dentones pequeños. Alguno roza el kilo. Entonces mi expectativas cambian: Los sargos se pampanean cerca del fusil, pasan por delante varias veces, confiados ante mi parsimonia. Los dentones están al fondo, se acercan los más pequeños, decididos, desafiantes. Entre ellos, a lo lejos (allí donde se pierde la vista y todo el horizonte es gris) distingo dos gordos. Esos sí me gustan. Sigo haciendo esperas en la zona, pero solo me entran los pequeños y a los grandes no los veo. Así que decido subirme un rato a la barca para descansar y hacer un último intento en un rato, a la caída de la tarde, con el Sol débil y mis piernas algo más relajadas.
Me abro una lata de atún, me sabe delicioso.
Hago algunas fotos y en media hora vuelvo al Mar.
Antes de llegar a la zona donde víƒÂ¬ los dentones hago escala a las puertas de la catedral. Me quedo observando la librea del Mero, que bonito es los sargos de menor tamaño me han acompañado en el planear de la caída. Tengo que esperar un tiempo para que , de nuevo, los de mayor tamaño me rodee confiados. Intento hacer un doblete, pero el segundo se desgarra por el lomo, una herida muy fina pues el tiro se fue muy alto.El primero quedó seco en el acto.
Mientras coloco el sargo en el pasapeces voy relajando pulmones, aprovecho la corriente para llegar a la zona de los dentones. Cuando estoy listo me dejo caer muy suave. Al llegar al fondo, veo los pequeños nadando cerca mía. Entonces un banco de enormes picudos me pasa por la derecha, a apenas dos metros. Decido no dispararles. Giro la cabeza a mi izquierda, abandonando la bonita imagen de picudos, y me centro en los dentones. Todos pequeños. Al rato vuelvo a dirigir la mirada donde los sargos, a media agua no hay nada ya, salvo en lontanaza, donde se pierden las colas de los espáridos. Dirijo la mirada al fondo y se me para el corazón al ver una cabeza inmensa que avanza en mi dirección, decidida, sin titubeos. Solo me da tiempo a corregir el fusil para enfilarlo, entonces el bicho se gira y en ese momento aprieto gatillo. La reacción es explosiva, el carrete canta y las burbujas aparecen en el cuerpo del dentón. Empieza a hacer un pasillo entre los bloques del fondo; temí que pudiera romperse el nylon. Todo acabó bien.
No lo he pesado y descansa, en trozos, repartido entre amigos y abuelas. Yo creo que pasa los 3,5kgs.
Un abrazo y buena Mar