Salida del viernes a ultimísima hora. Después de currar tocaba pillar algo para que se llevasen mis padres, que volvían al pueblo al día siguiente.
A toda prisa escojo un cantil con fácil acceso desde el paseo marítimo, para ver si me hago con unas lubinillas de esas que se dejan ver antes del ocaso.
Tengo una hora y cuarto para pescar antes de que oscurezca y no es cuestión de explorar, así que me pongo a hacer esperas directamente. Es lo más tedioso pero también es lo que mejores resultados da.
Este verano esta resultando magnífico. Acostumbrado a los “desiertos” de otras épocas del año, bucear este agosto es un goce para la vista por la cantidad de vida pequeña que se ve.
Bueno, pues al tema. En una de las primeras apneas, por detrás de unos sarguitos me entra un dentón receloso. Primero sorpresa, después alegría, y por último rezar para que no se pire. Los rezos dieron su fruto y en uno de sus quiebros se puso, aunque bastante alejado, en distancia de tiro. Le metí un buen macanazo en todo el cuerpo con mi Rg a plena potencia y subí para trabajarlo desde superficie. Ahí empecé a cagarla. Lo veía pelear con fuerza en la varilla y dudé. Temiendo perderlo me acorde de Donati (cabrón!) y tomé la decisión de aflojar para que el dentón pasase al hilo por el peso de la varilla y luego dejar que se enroque. Error total, el bicho siguió peleando en el hierro y cuando bajé para pillarlo me encontré la varilla sola entre la laminaria.
Hecho polvo y después de un rato buscándolo decido volver al nodo “lubinilla on”. Pero haciendo una espera empiezo a escuchar golpes y una especie de ronroneo. Subo y en superficie se escucha como ruido de fiesta. Ah, si coño, ahora me acuerdo que hoy toca el festival Noroeste pop rock, y deben estar afinando instrumentos. Manda huevos las cagadas que hacemos los carrocillas por no estar en la “movida”. Pues nada, a pasar a “lubinilla off” y volver para casa, porque con este ruido corren que ni Fernando Alonso.
Saliendo por un pequeño coido cargado de bogas, me encuentro con la sorpresa de otro dentón que me mira mientras me rodea desde un fondo de unos tres metros. Aunque el corazón se me vuelve a acelerar, lo pienso fríamente y decido no tirarle porque no lo veo claro y no quiero volver a fastidiar un animal que desde superficie se veía precioso. Dejo que el dentón desaparezca y preparo una espera con la ingenua esperanza de que vuelva. No volvió, pero de entre unas laminarias salió otro que me entró franco, despacito y puso su espina a un metro escaso de mi varilla para que se la rompiese.
Conclusión: Los dentones gustan del rock&roll y yo sigo teniendo una suerte loca.
Un saludo y buenas pescas para todos en este verano increíble.