La cosa se trataba solo de dar un paseo, revivir sensaciones ya olvidadas, darme un trocito de tiempo para mi. Creo que fue a mediados de agosto la última vez que entré a pescar.
Las gomas de mi fusil estaban a punto de romper y les coloque unas que ya había desechado hacia años porque no tenían power pero que no amenazaban con petar. El agua fría y yo con guantes de fregar los platos y los escarpines con más agujeros que un queso gruyere.
Si a esto le añadimos que iba con menos pulmones que un colibrí y que los sargos más grandes eran de palmo…lo mejor era una retirada a tiempo.
Antes de salir me llamo la atención una zona con rompiente y espumilla, y allí hice mis últimas esperas con el resultado que veis en la foto.
