La temperatura del agua roza los 12 grados, la visibilidad no supera los 6 metros y la corriente, pese a no ser floja, deja pescar. Una nueva pasada seguida de la pertinente bajada me dibujan unas piedras ya conocidas, escasos 15 minutos antes había caído sobre ellas así que no pierdo el tiempo en volver a revisarlas y realizo un acecho en la dirección en la que huían un grupo de sargos de buen tamaño.
Me muevo a favor de corriente, despacio pero activo, vigilando cualquier grieta o posible movimiento a mi alrededor, todos los sentidos alerta ante la posibilidad de una buena pieza, algo me dice que no anda lejos y tras asomarme a una nueva piedra, encuentro mi recompensa……….