Martha Mason resultó infectada de poliomelitis durante la epidemia que mató a miles de niños en los años cuarenta, y tuvo que ser introducida en un ventilador de presión negativa (o pulmón de acero), un aparato metálico enorme de respiración asistida del que solo asoma la cabeza del paciente. Los médicos no le daban más de un año de vida, pero el tiempo fue pasando y Martha seguía estable. Desde su refugio de metal pudo terminar sus estudios y trabajar en el diario local, además de escribir un libro. Falleció en mayo de 2009.
Quizá lo más extravagante del caso es lo que menciona en este mismo vídeo: ese tipo de máquinas dejaron de fabricarse en los setenta para dejar paso a sistemas portátiles, más prácticos y más eficientes, pero Martha no quiso someterse a entubación o cirugía y aguantó con su enorme lata de aire hasta el día de su muerte, con 72 años de edad.