Práctiamente desde agosto sin mojarme el culo, el verano no le sienta muy bien a mi zona de pesca, y el invierno no me sienta bien a mi. Así que no se me ocurre mejor motivación para volver al agua que regalarme para mi santo un fusilito que me llamaba desde hacía mucho. Ayer me llegó mi Cyrano Evo HF 110 y hoy por fin al agua. Es la última oportunidad que le doy al lado oscuro. Llevar una reductora en el fusil es algo que no me quito de la cabeza, y que me tortura cada vez que veo un sargo de kilo a la entrada de una cueva mientras pesco a la espera con mi doble goma.
Agua a 13 grados, empiezo a nadar y se ve el fondo desde arriba. Sin corriente ni viento. No me lo creo...
Un par de bajadas y veo que la jornada va a durar poco, mi oído derecho no va bien. Al poco tiro a un sargo a la espera y lo dejo seco. El fusil me encanta, no parece muy potente (aún tengo que meterle más presión) pero el tiro es suavísimo. Además el relieve de la parte superior del tubo ayuda mucho a apuntar instintivamente a los que venimos de las gomas.
Mis apneas son mucho mejores de lo que esperaba después de tantos meses sin hacer ni una. Poco después hago otra espera de las que pintan bien porque las castañuelas están donde deben. Se apartan y veo un dentón gordo. Se aleja y veo otro más pequeño que viene hacia mi. Me cabreo pero enseguida veo que detrás del pequeño viene otro más gordo. Se gira y disparo. El tiro no lo deja seco pero es muy bueno, así que lo cojo y lo subo con una sonrisa de oreja a oreja. 4,18 kg sin tripas ni escamas...
Unas bajadas más y mi oído dice basta. Sólo 17 bajadas pero me voy contento y enamorado de mi nuevo fusil.