Y es que una pieza como esta, al menos para mi, lo merece.
Como puse en faceboock, la dama del Estrecho, uno de los peces más espectaculares que, sin duda, tenemos la fortuna de tener en nuestro litoral.
No hay mucho que decir de la captura, fue a la caída, en un fondo de unos 14 metros, el agua bastante clara, con fuerte corriente de vaciante. Observé en una zona que conozco, una pequeña polvareda en el fondo. Me quité en tubo en superficie, tengo la costumbre de hacerlo en piezas a la caída, para evitar las burbujas y el ruido que éstas producen. Fui cayéndole, pensando que se trataba de un buen breado, que, conforme me iba acercando, se iba haciendo más grande y anaranjado. Permanecía inmóvil, apoyada sobre una roca, intentando hacerme ver que formaba parte de ella, pero, sus pupilas dilatadas la delataban. Tiro a unos 2 metros, no quise apurar más ya que alguna vez he perdido piezas así por querer acercarme más. El nautilus 96, como siempre, se portó como esperaba. Tiro 2 centímetros detrás del ojo izquierdo y la varilla sale por la cara opuesta. Pese al buen disparo, tuvo la fuerza de sacar algo del carrete. Subí, a respirar, sin dejar de mirarla y sin soltar el hilo, para que hiciera tensión. El trabajo ya estaba hecho.
La abrazo, y mientras contemplo su belleza la remato. No merece sufrir algo tan espectacular. Esa cara, su boca, sus rojo intenso, sus motas, todo en ellas es para escribir y escribir.
Me la cuelgo de la cintura. La van a acompañar un rancho variado, de borriquetes, breados, y un salmonete.
6 kilómetros más lejos de donde me metí y, a la hora acordada, llega mi novia en el coche a recogerme. La ilusión de ella es si cabe, al menos, comparable a la mía. Sabe la pasión con la que vivo esto.
Sin más, os dejo un par de imágenes de la pesca, he de decir, que, como todo fue tan rápido, no pude filmarla, si grabé la recuperación.