Está claro que hay factores físicos que, lógicamente, los peces intuyen como una amenaza, como puede ser dirigirte directamente hacia ellos, movimientos bruscos, alteraciones del pulso o de la respiración, o mirarles directamente con ojos de loco depredador. De hecho, creo que de novatos es lo que nos suele costar más piezas: te encuentras una pieza buena, y de la misma, en medio segundo, te pones nervioso (alteras pulsaciones y respiración), la miras fijamente con las pupilas más dilatadas que Paquirrín en nochevieja, y tratas de disparar lo antes posible, precipitando encarar el fusil y ganar ese metro que te asegure que está dentro del alcance.
Una vez aprendes a corregir esos fallos, empiezan a llegar más capturas. Aprendes que si ves un salmonete gordo posado en el fondo, más te vale alejarte unos metros y volver andando con los deditos por el fondo. Porque como piques directamente encima suyo, no vas a ver ni por donde se ha ido.
Pero para mí sigue habiendo ese "algo", que hace que a veces consigas atraer las piezas, o acercarte más con facilidad. No conocía el libro de Juan Manuel Marta, creo que estas navidades lo pediré a los reyes magos. Creo que pueden ir por ahí las claves. Cualquiera que haya tenido una mascota en casa es consciente de hasta qué punto son capaces de intuir nuestros estados de ánimo, y reaccionar en consecuencia. Quizás los peces tengan ese sentido más desarrollado de lo que pensamos.