Una oblada [oblada melanura]. No la olvidaré nunca.
Era un aun un niño. Tuve en todo momento el cuerpo fuera del agua, encima una colchoneta hinchable, sin tubo, sin aletas, sólo el bañador y la máscara de buceo puesta en la cara. En una mano iba tirando patatas chips al agua para atraer las obladas, en la otra el fusil intentando pescar alguna. Yo era aun un niño y lo considero pesca submarina porque llevaba fusil y gafas de buceo.
Las obladas son mucho mas esquivas de lo que parecen y a mi me costó un buen rato alcanzar una.
Disparé con un fusil de Nemrod heredado, con unas gomas de chichinabo y con la punta de la varilla menos afilada que mi dedo gordo del pié. La varilla ni tan solo le rasguñó la piel, pero por fortuna le dí la linea lateral, perdiendo la obldada toda capacidad de escapar. Nadaba como una loca hacia la superficie y hacia el fondo repetidamente.
Al oir mis gritos de emoción, un familiar se echó al agua y me ayudó a cogerla con un salabre.
En el plato ni me acuerdo la verdad. Pero seguro que la comí, a pesar de que de niño a mi no me gustaba el pescado.