Autor Tema: Un par de historias viejas  (Leído 1377 veces)

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tiburonsaciado

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Un par de historias viejas
« en: 04 de Mayo de 2006, 02:32:32 am »
Esto son cuatro anécdotas ocurridas tiempo atrás pero que quedaron grabadas en mi memoria.

La primera, y la más bonita, ocurrió en Carboneras (Almería). Llevaba rato intentando haciendo esperas a un banco de doradas que aparecían y desaparecían intermitentemente en el azul. Gruñidos por aquí, arenilla por allá... en fin... todas las triquiñuelas que se me ocurrieron.  >:( Las doradas seguían como Houdini, apareciendo y desapareciendo. En una de las esperas, las doradas seguían en su danza prestidigitadora pero algo me entró... me entró... me entró... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡una tortuga marina!  :o :o :o. Era la primera tortuga marina que veía en libertad :D. Me quedé fascinado y, tal como pasó por mi lado, nadé siguiéndola, como para pedirle un autógrafo. La tortuga nadaba majestuosa y, de vez en cuando, giraba el cuello a ver que intenciones llevaba yo. Cuando llevaba unos 5 minutos tras la tortuga veo que todo el maldito banco de doradas mágicas se había sorprendido tanto como yo y estaban a mi derecha persiguiendo la tortuga. Parecíamos un grupo de paparazzis persiguiendo a una estrella famosa. Momento crítico... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿tortuga o dorada? ??? ??? ???. Aunque tenía a huevo el banco, estaba tan fascinado por la tortuga que decidí seguirla. La tortuga, acosada por la prensa cutre del mar, se mosqueó y puso la directa (íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿quién dijo que las tortugas son lentas? :o).  Las doradas perdieron interés por el extraño visitante y se desaparecieron antes de que volviera a mirarlas...

En Carboneras, también, a la vuelta de la punta del espigón, iba metiéndome piedra (cubo) a piedra, pegado al espigón y a poca agua, con la intención de pillar algún pez desprevenido o una lubina en tránsito. Recuerdo que, una de las veces, cuando llegué a la superficie vi con absoluta sensación de impotencia que me pasaban a 10 cm, por la derecha y por la izquierda un par de serviolas de unos 20 Kg, que seguramente habían ido a mirar que era ese bicho que se colaba en las piedras. No me dió tiempo ni a levantar el fusil. Con un leve coletazo estaban ya en Madrid. ::) ::)

En Carboneras, de nuevo, estaba intentando sorprender a una familia de sargos hamurgueseros (de 2 Kg para arriba) que ya he visto salir como alma que lleva el diablo varias veces de la misma piedra. De nuevo, me detectaron con suficiente antelación y la cueva quédó vacía en un avemaría. Aprovecho la bajada y decido disparar a una pequeña corva que andaba despistada por ahí. íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿Despistada?. Con un ligero golpe de cadera, la corva evitó el arpón, sin despeinarse. Bueno... qué le vamos a hacer. Inicio la subida, aun pensando en cómo intentaré esa piedra otra vez para sorprender a los megasargos, levanto la vista y veo que se me acerca una lisa gigante... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡espera!.... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡las lisas no tienen 4 opérculos verticales en las agallas!... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡coño, eso es un tiburón!... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡menos mal que no le he dado a la corva!. Sorprendentemente, el tiburón, cuando ve que me levanto, se da la vuelta y se aleja... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡la leche!... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡se va con otros 5 que están arañando las piedras!... bueno, bueno... yo no sé si son peligrosos o no... pero ya me he cagado encima. íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡Qué agonía, hijos! íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡todo para vosotros! íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡yo me voy a tomar el sol!. (Después los identifiqué como cazones y medían como 1 metro y medio).


La última anécdota ocurrió en el Delta del Ebro. Estaba pescando a poca agua, reptando por las rocas y peinando agujeros. Veo una roca interesante con un buen agujero y decido ir a meter las narices en la cueva, me acerco sigilosamente y, de repente, sale disparado un bicho largo y negro, como alma que lleva el diablo. Levanto la cabeza y veo que es.... íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡un cormorán! (un pajarraco, vaya), que se me había adelantado. íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡El susto que me dió el bicho!
 

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