Estimados socios y pescadores submarinos, como viene siendo habitual desde hace dos semanas, aqui os adjuntamos el nuevo fragmento del articulo del sincope.
[size=18]EL MERO DE MIS SUEíƒâ€˜OS: [/size]
Verano de 1998. Salida con neumática junto con dos amigos en una mañana espléndida. El mes de agosto y las vacaciones tocan a su fin. Para dejarle un buen sabor de boca a uno de los pescadores, que finaliza sus vacaciones en la costa y quien sabe hasta cuando no iba a volver a ver el mar, decido ir a una de mis piedras más espectaculares, con cantiles de más de siete metros de altura. No se ve el fondo. En una de las caídas, me equivoco y me voy mucho más debajo de lo que suelo pescar. Dando la vuelta a la cornisa descubro al padre de todos los meros deambulando fuera de su cueva. íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡Es enorme! íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡Descomunal! y está frente a mí, tan sorprendido como yo. Aseguro el disparo y íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚¦ íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡Dios Mío!! íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿Le ha rebotado la varilla!! Me voy hacia la superficie intentando fijar la imagen del lugar donde se encuentra el serránido.
A mí que solo de escuchar la palabra íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“meroíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚ se me aceleran las pulsaciones, se me acaba de escapara el pez de mi vida. A partir de aquí todo transcurre en cámara rápida. Bajada balizando el sitio, disparo al pez en su cueva y rotura de cuerda de la varilla por el roce de las agallas, segundo disparo con arpón del compañero y el carrete se atasca. Y encima el cuerpo empieza a avisar.
Cuando alcanzo la superficie, después de ascender íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿sin apurar! al quitarme el tubo de la boca para maldecir mi mala suerte, mi organismo me lanza el primer aviso de sincope. Como un pequeño ataque epiléptico de pocos segundos. Pero íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿qué he hecho mal?, si yo no he apurado en el fondo, me preguntaba mentalmente.
Subo a la barca para recuperarme, pero entre la tensión de la mala situación del pez que me amenazaba con salir de la cueva y perderse en el abismo, y la inusual cota a la que estaban pescando mis compañeros de aventura, los cuales estaban todavía menos acostumbrados que yo a esa profundidad, me hacía encontrarme todavía más incómodo en la neumática.
De las poquitas cosas que hice bien ese día, fue ponerme a vigilar al otro pescador, y os puedo asegurar que le faltaron las dos alitas para convertirse en mi ángel de la guarda. Fueron tres avisos, pero en dos de ellos me tuvo que sujetar porque al darme las convulsiones dejaba de aletear y me iba hacia el fondo como lo haría una hoja. Yo lo sentía sujetarme y pensaba íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿porqué me agarra? . Creo que no perdí la conciencia, o si lo hice fue por décimas de segundo.
Finalmente conseguimos capturarlo y junto con el gran pulpo que tenía en su boca superaba los 30 kilos, pero uno y no más Santo Tomás, al menos a ese precio.
Hoy, cuando miro atrás, me doy cuenta de los muchos errores que cometí. Como quise seguir el rápido ritmo de pesca que acostumbro a tener en poco agua en una barimetría desconocida para mí. Como no supe esperar hasta serenarme para volver a bajar. Ahora sé que la mente puede engañar al cuerpo y bajo situaciones de gran emoción te puede hacer olvidar hasta el respirar.
Es el arma con el que juega el desvanecimiento, incluso cuando te ocurre, todo parece como si fuera un sueño, no tienes conciencia real de lo ocurrido. Parta mi sorpresa, en algún caso me han querido justificar su accidente deportivo con un fenómeno paranormal: con músicas que sonaban en el fondo del mar, en días de barrunto de temporal. Y no es que mi amigo estuviera loco. Realmente no se había enterado de nada y quería justificar de alguna manera algo que se le antojaba difícil de explicar.
ACCIDENTE EN PISCINA CUBIERTA: Todo ocurrió aquel fatídico día un, día normal como otro cualquiera. Mis ansias por mejorar en esto de la pesca submarina me llevaron a estar entrenando junto con mis aletas, tubo y gafas ene esa calle acondicionada para la práctica de la apnea, en la piscina en la que suelo entrenarme. Estaba entrenando solo, al fin y al cabo, los escasos tres metros y medio que me separaban de un fondo de celestes azulejos no parecían, en principio, una cota a la que temer.
Los ejercicios marchaban perfectamente, excepto por los extraños pequeños ataques que me estaban dando al alcanzar el otro extremo de la piscina. Mi objetivo era cruzarla, y a pesar de que mi diafragma me pedía aire algunos metros antes de terminar el recorrido, no subía a la superficie hasta llegar a mi meta. Y allí era donde mi cuerpo sufría el extraño fenómeno. MI cabeza durante apenas dos segundos se agitaba rápida e involuntariamente de izquierda a derecha, haciendo repetidamente el gesto de decir íƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€¦í¢â‚¬Å“noíƒÆ’í‚¢íƒÂ¢í¢â‚¬Å¡í‚¬íƒâ€ší‚Â.
Como los efectos desaparecían al momento, tampoco le di demasiada importancia. Pensé que era una forma de quejarse el organismo por falta de oxígeno y continué con mi tabla de trabajo. Aun así, quería preguntarle a alguien por aquello que me pasaba. Nunca he tenido problemas de ataques epilépticos, ni nada parecido, y algo me decía que eso no debía ser nada bueno para mi cuerpo.
Ese mismo día, otro joven realizaba apnea estática en la piscina, en mi misma calle. Cada uno realizaba su ejercicio. Ese día abandoné la piscina a las once menos cinco de la noche (la piscina cerraba a las once), incluso esperé al chaval en uno de los vestuarios para preguntarle si él sabía algo de las extrañas reacciones que experimentaba mi cuerpo en algunos de mis últimos entrenamientos.
Esa última apnea le costó la vida al chaval que se llamaba Benjamín.
Por mi parte, se tuvo que ahogar un chaval para aprender que una piscina climatizada, debido a las altas concentraciones de CO2 en el ambiente, aumentan el riesgo del sincope.
Los espasmos que me daban en mis entrenamientos no eran una queja de mi organismo a la falta de oxígeno, sino un aviso del cuerpo de que el sincope iba a aparecer si seguía apurando tanto las apneas. A partir de ese momento, los avisos de mi organismo me los tomo como debe ser: en serio.
Oscar Mansilla
Esperamos que os haya gustado y que os sirva para aprender un poquito mas sobre este fenomeno que tantas y tantas muertes causa al final de cada año. Que tengais una buena pesca, pero con mucha precaucion.
Comite de prensa y divulgacion de ADECASUB