Pues aquí andamos!, apurando las horas antes de la entrada del temporal.
El mar en calma total, aguas verdes y calientes. El día pintaba bien, pero una vez metido en sustancia la cosa no era para tirar cohetes. Aunque los salmonetes alegraron, y de que manera, la salida.
Satisfecha la gula, mi instinto cambió a “lubina on” y empezó la parte chunga. Con agua turbia es más difícil filtrar la información que entra por la vista. Si sabes que la zona es caliente o si has localizado el matute, el agua sucia ayuda, pero si estas un poco perdido y buscas la movida, cada mujel que se cruza, cada piedra que acechas hace que se te dispare el estrés.
Después de una hora rebuscando, el instinto parece que se relaja, pero solo es apariencia. En un acecho/planeo en media agua veo unos mujoles que salen de una vaguada y se pierden entre la laminaria. Pero,… uno de ellos parece que tiene una forma de nadar rara, mas pausada,… elegante.
Mis sentidos se ponen al 100%. El dedo se instala en el gatillo, y mi vista se clava en el horizonte de algas esperando ver venir algún robalete. Pasan los segundos y mi cuerpo cae lentamente por la flotabilidad negativa. Esto me preocupa y al echar un ojo al fondo me quedo de piedra. Entre las algas se ve un cabezón gris descomunal.
Después todo se atropelló. El disparo cojonudo, soltar carrete para subir seguro, y al cobrar la pieza ver como crecía, y crecía.
Tenía un pequeño trauma porque nunca había pasado de los 7 kilos de robalo. En estos años he pescado varias de 6,900 y, ya quemado, últimamente ni las pesaba. Pero con esta había que desempolvar la báscula. Ahora el listón está en 7,450 kilates, que pueden no parecer gran cosa, pero a mi me dan la vida.
Un abrazo, colegas!