La verdad es que somos una banda que....
Hace poco, en una salida invernal de esas que te pillan fuera de punto, con chaqueta de 9 y pantalón de 7 mm, en una bajada me posé en el fondo (poco fondo, unos 7 metritos) para mirar bajo una piedra, en la que no había nada, claro, y al iniciar la subida.... una sensación rara. ¿Qué co...? ¡No, no! Y sí: el cinturón se había abierto al rozar con algo en el fondo, y se estaba deslizando por mis piernas hacia abajo. Intenté atraparlo, pero no pude, así que allí me quedé, mirando como un imbécil al fondo, donde reposaba el cinturón con sus 11 kg. A partir de ahí, el número de la cabra: un intento -estúpido, sí, pero había que probarlo- de sumergirme sin lastre, que menos mal que no había nadie mirando
Y allí estaba yo, a unos 500 metros de costa, con los colegas en la lancha alejados, porque habían ido a recoger a otro, con un clareo brutal y viendo perfectamente el fondo, sin poder hacer nada. ¿Nada? Je, je. Como os he dicho, había bajado a mirar una piedra, así que... busqué el lado más anguloso y dejé caer el plomo de la boya (que, afortunadamente, llevaba y se había soltado del cinturón al caerse éste), manipulándolo hasta que logré hacer firme dándole una vueltecita sobre una grieta de la roca. Bueno, se dice fácil, pero me llevó un ratito
Con ese punto fijo, bajé usando el cabo como guía, y aunque los primeros 3 ó 4 metros fueron durillos, logré pasar la barrera de mayor flotabilidad, hasta alcanzar la piedra y de allí, al otro lado, donde estaba el cinturón. Cogerlo y subir ya fue sencillo. El agua estaba fría. Muy fría, y me costó manejarlo para ponérmelo de nuevo, per una vez logrado ¡el único problema fue lograr soltar el cabo y el plomo de la grieta en la que se había quedado encajado por la fuerza que tuve que hacer tirando de él para bajar yo!