Pues sí señores, la historia básicamente se resume de esa manera. El sábado pasado quedé con Josué, que ya tenía ganas de acompañarle en una de sus incursiones por mi tierra (o debería decir su tierra?
).
Llevaba un mono bestial. Por una cosa o por otra, desde agosto no bajaba a cádiz. La principal razón es que empecé a currar, así que como dicen, sarna con gusto no pica. Para aplacar la ansiedad de salitre, y dado que vivo por los madriles, he estado rememorando viejas aficiones, meros sucedáneos pero que también tienen su gracia. La primera foto es del fin de semana pasado, con algunas capturas hechas en el pueblo de mi compi de post. Jeje, él cogiendo robalos de siete kilos en mis aguas y yo conformándome con boletus en sus montañas!!
En fin, que el jueves salí del curro a las siete de la tarde, y a las tres de la mañana llegué a cádiz.
El día de pesca lo disfruté a más no poder. He de decir que la pesca apareció justo en la zona y a la hora que él pronosticó, tio no veas qué olfato tienes. El robalo es el más grande que he cogido, con diferencia. Dió cuatro kilos de peso y mil de satisfacción. En cuanto al lance, aún me sale la sonrisilla tonta al recordarlo. Dos metros de agua, veo una lubinilla de medio kilo tranquila por debajo de mis aletas. Desaparece la lubina, preparo la espera a conciencia, y para abajo. Llevaba nueve kilos pero aun así me faltaban, así que tenía que agarrarme bien a la piedra. A los treinta segundos de imaginar un bicho materializarse en el horizonte, vislumbro un cabezón nadando hacia mí, seguido de un compañero. Fueron como diez segundos de disfrute. Me preocupé y todo de que chocara con la varilla, se acercó mucho. En cuanto dió flanco, tiro a placer, espina tocada y pez cobrado.
En ese momento era el hombre más feliz del mundo. Me dí por satisfecho, así que retomé el camino de vuelta, haciendo esperas por el camino por si las moscas. En una de ellas, me puse debajo de una laja vertical que casi llegaba a superficie, haciendo una espera en su base. Las lisas se paseaban justo encima mía tan tranquilas. Pensé que si aparecía algún robalo por encima, el tiro sería chulo, de abajo hacia arriba. Pero el fondo estaba lleno de erizos, no podía agarrarme tranquilo, así que subí. En el preciso instante en que llegaba al borde de la visera, me veo un troncho bestial de robalo nadando hacia donde yo estaba, que evidentemente se esfumó. Si me hubiera quedado tres segundos mas abajo!!!!
El domingo, vuelta a madrid, con las pilas a tope, no me importó volver a tragarme 9 horas al volante.
En fin, un saludo a todos, y buenas pescas