Ya estoy aqui
...
.... Un cabezón asoma justo debajo de mi, viene de atrás hacia delante dispuesto a adelantarme sin poner ni el intermitente, el í¢â‚¬Å“Modo Cazadorí¢â‚¬Â se activa de nuevo, es la pieza del día y no se va a escapar, aun no se lo que es porque la visibilidad solo me permite ver una sombra pero es grande, muy grande. Rápidamente visualizo cada movimiento que voy a hacer, todo esta bajo control,., o eso pensaba yo. De la nada aparecen diez, quince, veinte cabezones más, no se cuantos son pero todo lo que tenia preparado se va al carajo, el í¢â‚¬Å“efecto confusioneí¢â‚¬Â en pleno apogeo y el banco me envuelve, de pronto me quedo atontado viendo el espectáculo. Un Banco de palometones, todos del mismo tamaño, me rodea para seguir su camino, parsimoniosos, poderosos, sin miedo. Es mi momento, disparo al más cercano y se produce una estampida, no se si siguen ahí o se han ido porque ahora solo me centro en parar los furiosos tirones, antes de que llegue al fondo e intente desgarrarse. La varilla ha atravesado hasta la mitad y la aletilla hace de tope, se que es mio pero no va a ser fácil reducirlo. Levanto la cabeza y llamo a Valentín pero las olas y el viento me impiden ver su boya, nadie responde, estoy solo, somos el monstruo y yo. Lo primero que me pasa por la cabeza es hacerme con el 75 y darle el tiro de gracia pero. hoy iba a por dentones así que el fusil se quedo en casa. A cada tirón me arrastra un par de metros hacia delante, ya ha sacado tres o cuatro metros de carrete y no estoy dispuesto a darle ni un metro más. Lentamente lo subo y el me baja, nada en círculos y empieza a liarlo todo. Me percato de que de tanta vuelta la cuerda de la boya y la del propio fusil se están liando en mi pierna izquierda y que en uno de esos tirones fácilmente me podría arrastrar hacia el fondo. Suelto el fondeo de la boya y libero la pierna sin soltar el nylon de la varilla. Tras diez minutos de tira y afloja consigo agarrarlo de la cola, dos coletazos y escapa pero noto que esta cansado, ¿Notara él que yo también?
Vuelvo a agarrarlo por la cola y lo abrazo contra mi pecho, el pez saca fuerzas y tras dos cabezazos se suelta de la presa pero esta vez no lo suelto de la cola. Cuchillo en mano me dispongo al remate, tras tres o cuatro puñaladas todo es sangre y ya no veo ni donde golpeo pero noto que el pez sigue con fuerzas y sigo asestando una tras otra. Por fin, unas quince puñaladas después siento que no tira y lo saco del banco de sangre para ver en que estado esta. No se mueve, solo las branquias denotan vida, todo ha terminado, al pasador y para la orilla.
Ya fuera, nos hemos quedado un rato en jarra mirándolo y comentando el lance, que esto no pasa todos los días.