Esta mañana salimos a pescar en la zona de Punta Faxilda, cerca de Portonovo (Pontevedra), Carlos y yo. Por motivos familiares de última hora, la noche anterior descubrí que tenía que estar en Pontevedra antes de la 11 de la mañana del domingo, así que -dado que el viento soplaba de Nordeste, y duro- decidimos bajar desde La Coruña con todo el equipo, por si acaso el mar dejaba. Y dejó. Llegamos a Faxilda y ya había varias boyas en el agua. Aunque no conocíamos la zona, decidimos buscar otro lugar algo más tranquilo, y nos echamos por una de las playas de la zona. El viento de tierra hacía cansado el nadar contra él, pero el día estaba de lujo: sol, la temperatura exterior subiendo pco a poco, hasta llegar a los 10íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š.-, y la del agua más que tolerable, alrededor de los 13íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š.-. Agua transparente y íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡oh, sorpresa! lubinas y sargos por allí. Muchas embarcaciones de profesionales pasando cerca de la punta y una largando el aparejo en la bocana de la playa (si los ranas tenemos que mantenernos a más de 200 metros de cualquier aparejo tendido, íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿por qué se pueden largar a menos de 200 metros de nosotros?), que nos hicieron agradecer el llevar la boya. Después de una buena "remada" persiguiendo peces y a nuestro instinto, el susto. De repente, descubrí que no tenías boya. Ni pesca. El cabo se había roto, y no sabía cuánto tiempo hacía de eso. Lo de siempre: intentar buscarla nadando, tratando de imaginar hacia donde la habría llevado el viento. Tratar de alzarme en el agua, para verla, pero con el sol de frente...nada que hacer. Y para colmo, mientras la buscaba, ojo avizor porque un par de embarcaciones me obligaron a quitarme de su camino a toda prisa. Menos mal que venían despacito. Al final, cuando ya estaba en esa situación que seguro que todos conocéis y que está entre "hodido", agotado y escarallado, ví a lo lejos una neumática que hacía cosas raras. No estaba demasiado cerca de la costa, pero parecía detenida. Poco a poco, enfiló hacia mí. Menos mal que también venía despacio, y que yo ya estaba muy cerca de la costa, porque me ahorré otra carrerita. Cuando el sol me dejó distinguirlos, ví esas siluetas familiares me tranquilicé. Eran cuatro ranas, y me estaban buscando. Habían encontrado mi boya, y vinieron a dármela. Les dí las gracias y se marcharon. No sé ni cómo se llaman, pero desde aquí, MUCHAS GRACIAS. Me sentí muy bien al descubrir que quedan -quedamos- personas así. Es bueno recordar que a veces, si tienes un problema, la suerte puede ponerse de tu lado si hay buena gente cerca para echarte una mano.
Carlos ya estaba en la playa cuando llegué, pero descubrió que abundan la sollas. Así que, ya lo sabéis. Como vosotros sabeis en qué playa me encontrásteis, también sabreis dónde buscar la sollas, si es que os apetece. Probablemente no os estoy descubriendo nada que no supierais antes, pero por si acaso...es lo único que puedo hacer para agradeceros vuestro detalle.