Llega al aeropuerto de Moscú un espía huyendo del Servicio Secreto Ruso (KGB). Sintiéndose acorralado y próximo a ser atrapado, ve a una monjita que estaba parada en el medio del salón, y desesperado le dice:
Hermanita íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿Me permite que me esconda bajo sus hábitos, ya que soy espía y me están por atrapar los de la KGB?
La monja accede y 30 minutos más tarde, cuando hubo pasado el peligro, el espía sale de abajo de los hábitos y le dice:
Muchas gracias, hermana. íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¡Me ha salvado la vida! Y además de agradecerle, tengo que pedirle disculpas, porque no pude resistir la tentación y en un momento le besé la pantorrilla...
Lo notó usted?
Sí, hijo, lo noté. -responde ella.
Y además, hermana, tampoco pude resistir la tentación y le besé sus muslos..íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿Se dio cuenta?
Sí, hijo, me di cuenta...
Una pregunta, hermanita. íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿qué hubiera sucedido si la besaba más arriba?
Y la monja contesta:
Me hubieras besado un huevo, porque yo también soy un espía.