Un famoso maricón, que tantas veces había dado y otras tantas recibido, un buen día muere y llega en presencia de San Pedro.
El Santo le dice paternalmente: "querido hijo, para entrar al paraíso deberás responder a mi pregunta, para la cual seguramente no estas todavía preparado; en tanto, toma esta pastilla. Y le da un comprimido blanco del
tamaño de un botoncito, ve al baño y tómala con un poco de agua, luego vuelve a mi".
El maricón, estupefacto lleva a cabo la orden y, después de algunos segundos va al baño, donde se libera en una terrible maloliente diarrea por 10 minutos seguidos. Terminada la cagada, se reencuentra Blanco y demacrado de frente a San Pedro, que lo mira con ojo clínico, y Le dice: "Aún no te encuentro listo", y le da una pastilla del tamaño de un maní y lo invita a comportarse como
la vez anterior.
Esta vez el efecto de la pastilla es mortal, el maricón caga diarrea ininterrumpidamente por 3 horas, y luego, extenuado, se encuentra delante del Santo. Después de
un atento examen, le dice "todavía no estas listo" y le da otra pastilla, ahora de la dimensión de una uva. El efecto es terrible, espantoso, bestial. Una megacagada de 12 horas con fisura de ano y hemorroides múltiples.
El maricón, ya convertido en una larva humana, vuelve delante del Santo hombre, quien lo mira y aprueba con la cabeza: "Si, ahora seguramente
ya estas listo para mi pregunta:
íƒÆ’í¢â‚¬Å¡íƒâ€š¿Has entendido para que sirve el culo?