Condenado a pescar de Silleiro hacia el sur entre semana y tras haber fallado las últimas piezas grandes que tengo visto, esperaba como agua de mayo (nunca mejor dicho) que de una vez nos dejasen pescar entre semana para poder tocar otros cotos y, sobre todo, para tener donde meterme cuando está demasiado duro para pescar por esos mares.
Pues bien, como si de un mal de ojo se tratase, la noche antes de la primera escapada a las 10 de la noche ya estaba en cama sufriendo un fuerte dolor de pecho y una fiebre que ya me habían hecho pensar en desistir de la pesca. Hasta que cuando desperté, ya solo quedaba un leve dolor de cabeza sostenido, que no sería quien de pararme los pies...
Ya en el coto el agua demasiado limpia y fria hacían presagiar que no sería un buen día, y ante la ausencia de lubinas de talla a poca agua decidí dejarme caer por las paredes del cabezo mas a fondo, hasta que empecé a ver correr a los pequeños pececillos perseguidos por unas sombras sospechosas en el límite de las piedras con la arena. Acechando entre el alga pude hacerme con dos bonitos abadejos antes de que la mala noche me pasara factura haciéndose demasiado intensos el frío y el dolor de cabeza. Ahora toca otra vez reposo, estoy hasta los coj... de esta maldición que me persigue últimamente, en cuanto pueda ir en serio al agua no hay quien me saque