Bueno, hoy hemos despedido a Ramón.
Hemos hecho lo único que podemos hacer en estos casos. Repartir besos, abrazos y lloros.
A mí no se me fue un amigo. Se me fue un hermano.
Ya hace años que "fundimos" las familias, las casas, las alegrías y las penas. Y ahora se nos partió el alma a todos. Mi hijo, con 8 años, lloró como hacía años que no lo había visto llorar cuando se lo expliqué.
Tenía pensado un "discurso" para explicarle lo ocurrido, y lo que implicaba. Pero no hizo falta.
Cuando le dije que teníamos que hablar y me vio la cara, me clavó la mirada, y me dijo "Qué es por Ramón?"
Sólo acerté a decirle que sí, que se nos había ido para siempre. En el acto supe que entendía perfectamente lo que significaba.
Se nos fue para siempre. A todos los que tuvimos la enorme suerte de convivir con él se nos fue algo muy valioso en esta vida. Ramón, como decía CT, sabía perfectamente distinguir el grano de la paja. Y no tenía término medio. Si no le gustabas, te enterabas, fijo! Y si te quería, también.
Hasta que me vaya haciendo a la idea, seguro que me encontraré muchas veces disponiéndome a llamarle, para desahogarte esos días que algo se tuerce, y también esos días que todo pinta de color de rosa.
Lo que pasa es que ya no me cogerá el teléfono, y lo malo de no ser creyente es que uno no dispone de otra forma de hablar con él.
Mierda de vida, a veces...
Un saludo.
Javi.