Después de todo el verano sin ver una escama de color lila por mi zona, hoy por fin se han dejado ver.
Entro en el agua sobre las 11 de la mañana, tarde; maldito trabajo. Tres de mis compis llevan ya casi tres horas en el agua, asi que imagino que me habrán espantado todo. Nado un poquito más lejos, a ver si hay suerte.
Como todo este verano, el agua está caliente en superficie y fría debajo, con la termoclina muy marcada y a poca profundidad. Hay muchísima vida, muchísimo pez pasto, anchoas, bogas, chicharrillos, serruchos pequeños... Este año no han tenido mucho depredador, por lo visto, asi que han proliferado.
Hago unas bajadas y veo que hay una capa de agua helada posada en el fondo, sucísima, con mucha alga en suspensión. Intento buscar una repisa para poder esconderme bien y quedar justo por encima del agua helada. Hago una bajada y, al subir, veo un dentón de unos dos kilos. Genial.
Me preparo tranquilamente tomando como referencia mi boya, porque hay corriente y no se ve el fondo, por supuesto. Bajo y me arrastro hasta la repisa que había visto en la bajada anterior; he calculado bien. Me escondo y espero...
Ahí están. Joer, no recordaba lo bonitos que eran, su manera tan elegante de nadar. Veo media docena, pero se muestran reticentes. Tras unos segundos de duda, comienzan a acercarse. Detrás veo más sombras, pero decido centrarme en uno. En un momento dado tengo tres a distancia de tiro. Elijo uno, el más cercano. Dudo un poco. Aunque confío plenamente en el madero de Pedro Fiberbambú, a veces calculo mal las distancias. Disparo y ¡blanco! El dentón arranca como siempre hacen, de manera brutal. Se devana el hilo del carrete pero aún tengo apnea, así que comienzo a recuperar hilo mientras intento alejarlo del fondo.
Lo consigo, no le he dado opción a enrocarse y lo recupero tranquilamente.
Ya están aquí...