Bueno, pues al final fui a Benidorm y tuve la ocasión de conocer al compañero Marck... Y aquí os dejo una pequeña crónica de esos días.
Contacto con Marck y quedamos para pescar al día siguiente. Paso a recogerle y nos vamos a Altea, al pantalán donde tiene su barco. Yo alucino; un tío que no me conoce de nada me invita a pescar en su barco. Pero no sería la primera vez que la hospitalidad de Marck me iba a sorprender...
Navegamos hasta una pequeña isla. La mar está como una auténtica piscina; el barco no da pantocazos y la navegación resulta comodísima. Yo flipo ya solo de ver el mar en calma completa, las aguas transparentes y el agreste paisaje de la Sierra Gelada. Dejamos el barco a barlovento y nos tiramos al agua.
El fondo es alucinante, muy diferente a lo que estoy acostumbrado a ver: praderas de posidonia y rocas alyas de formas redondeadas. Se ve mucha vida, mucha parrocha. Las primeras bajadas las hacemos en un fondo asequible, a unos 10 metros. Sin embargo, desde el principio veo que ese no iba a ser mi día: los tres días de vida nocturna me pasan factura en forma de ardores y molestias estomacales. Y estoy sin apnea...
Escondida entre las algas veo desde arriba una dorada de buen tamaño. Hago una picada y un descenso sigiloso e, incomprensiblemente, la dorada aguanta quieta. El disparo es difícil, desde arriba, pero no fallo y cuelgo mi primera pieza mediterránea en el pasador.
Nos movemos hacia otra zona algo más profunda. Hago bajadas hasta unos 14 metros, pero soy consciente de que estoy fuera de mi "profundidad de confort". Marck hace alguna bajada más profunda, pero a partir de los 14 metros el agua está helada y hay una niebla blanquecina que lo oculta todo. Subimos al barco y navegamos hacia otro sitio.
Volvemos al agua y veo que hay demasiada profundidad para mí. Me siento realmente incómodo con mis molestias estomacales, quizá otro día podría haber intentado pescar a esa profundidad, pero sé que hoy no puedo. Así que me dedico a contemplar a Marck. Tiene un estilo muy depurado, se ve que es un pescador fino. Baja muy muy tranquilo, con un aletear suave y fluido. No tarda en pinchar un cabracho.
Yo sigo alucinando, viendo algún dentón pequeño y varios verderoles en mis bajadas. Pero no veo nada que dé la talla. Un grupo de rayas nadan a nuestro lado. Mi sonrisa cada vez es mayor: veo verderoles, corvas... piezas que no se ven de forma habitual en el Cantábrico.
Nos desplazamos a nado hacia otra zona y ahí la corriente es fortísima. hay que aletear duro para mantenerse en la vertical, lo que nos dificulta mucho la ventilación en superficie. Bajamos sobre una repisa grande en un fondo de unos 15 metros. El sitio es espectacular, perfecto para asomarse y hacer esperas intentando atraer alguna pieza desde el abismo.
Desde la superficie veo que Marck mueve lateralmente el fusil y encara una pieza que no distingo desde arriba. Dispara y una preciosa urta engrosa nuestro pasador. Me dice que no es una pieza habitual en esas aguas, pero que este año se habían capturado algunas. Un par de semanas después me dijo que pudo pescar otra. Os pongo algunas fotos...