Hola amigos,
Os traigo una crónica con sabor agridulce y con muchos detalles de mi segunda visita a Lanzarote, adelanto que es larga y algo claustrofóbica. Ahí va.
Salida temprana, mi compañero y yo tocamos agua a una hora de bajamar, con la típica corriente jodelona tanto en superficie como en el fondo, que nos hace separarnos un poco. Al cabo de un rato aparece por mi espalda, me dice que ha pinchado un mero, lo ha dejado balizado con la boya. Empezamos bien.
Llegamos al sitio. Es una piedra triangular plana de unos 6x6x6 metros sobre un fondo plano con algunos bolos a 22 metros. Según dice, el bicho estaba de frente y justo cuando disparó se giró, alcanzándolo lateralmente. Típico
. Le calcula dos cifras de peso.
Bajo a ver el percal, la piedra apoya en el centro y un vértice, hay poca altura sobre el fondo, apenas quepo. Me meto hasta adentro rozando con todo sin pincharme con los erizos, y llego. La cuerda está enredada y el pez está haciendo el avestruz con la cabeza entre dos bolos, el tiro es bueno justo por encima de la agalla, pero no ha atravesado del todo y veo las palometas a punto de salirse. La varilla no sale porque está haciendo palanca con otra piedra y el enredo, doblada de la tensión. Salgo y subo. Pillo el 85, bajo y me meto. Es imposble alinear para hacer tiro al cerebro, no hay espacio. Coloco fusil como puedo y subo. Bajo de nuevo, alineo como puedo, tiro con el pulgar lo más cerca que veo a la cabeza y subo. Pez asegurado, empieza lo jodido.
Pillamos la varilla sin palometa e intentamos alcanzarlo en zona vital, pero es físicamente imposible, no hay espacio para alinear. Cada tiro son tres bajadas, una para meter el fusil, otra para tirar, y otra para sacarlo. Cada vez que me meto veo el lomo del pez, los puñales de su aleta dorsal rectos, y cómo se agarra al fondo con sus aletas pectorales como si fueran manos. Luego doy marcha atrás con los brazos, me meto de leches en la cabeza y hombros con el techo de la piedra, y subo. Tras 4 horas extenuados, decidimos que es imposible sacarlo. Cortamos, soltamos la boya, dejamos el cabo en el fondo y salimos a la orilla. No me siento orgulloso de esto, pero era imposible. Intentaremos volver al día siguiente.
Día siguiente, hemos pillado el viejo 75 que se quedó en el piso el día anterior, con varilla reciclada y con gomas a punto de petar. Llegamos al sitio, le digo:
"tío, esto no va a caber tampoco ni de coña"; "Dámelo" me dice. Le doy el 75, lo mete en una raja y parte la varilla por el pasador.
"Ahora sí cabe". Bajo, y efectivamente, lo meto con la culata por delante, agarro el cabezal con la otra mano y trato de apuntar de lado, disparo con el pulgar de la mano izquierda ... y rebota!
Toco al pez, sigue vivo y con fuerza después de un día. Mierda de gomas pasadas, mierda de punta, maldita sea! Para colmo, mi compañero hoy no puede bajar a la piedra y me toca hacer todo el trabajo a mí. Vuelvo a bajar, lo mismo, la varilla roza en la piel de acero y no entra. A la tercera bajada al disparar, la varilla ni entra, se queda presionando la carne de la moña del mero como quien pisa un balón con fuerza, atascada en el cabezal, y mi mano aprisionada entre la culata y el techo de la piedra con un dolor que te mueres. Subo algo apurado y con la duda de si finalmente podremos sacarlo. Decidimos que ya es suficiente, salimos a la orilla y como podemos afilamos la varilla partida.
Nuevo intento, volvemos a nado, bajo a la piedra, me meto, alineo por detras de la cabeza aunque no veo bien, deduzco dónde estará el punto, tiro ... pez atravesado. Por fin! Lo toco, sigue vivo. Saco varilla y fusil, marcha atrás, ascenso, vuelta a empezar. Mi compañero ya está atento en cada bajada, me acompaña cuando quedan unos 5-6metros por si acaso. Repito operación. No sé cuántas veces, pero el bicho se lleva mínimo 4 tiros más, es complicado acertarle bien sin espacio, sin clavarte un erizo. En una de estas bajo, disparo, y la varilla cuesta extraerla. Dejo todo abajo. A la siguiente bajada, hay bastante sangre en la cueva, saco la varilla, toco la dorsal del mero y está inerte: por fin. Al salir, se enreda la linterna con el nailon de la varilla anclada al boyarín, me la quito como puedo, salgo algo apurado con cocazo incluido en la piedra, subo y recupero. Noto que se me duerme un poco el brazo... mala señal. Miro el reloj, 2:25 en "el taller" cuando mis apneas son normalmente de poco más de 2 minutos a la espera y relajadito, he forzado demasiado. Mi compañero me dice que que le den por culo al pez, que cada vez que ve las aletas desaparecer debajo de la piedra le da un chungo, y que como me pase algo abajo no va a poder ayudarme porque no puede bajar. Pero yo le insisto que el pez ya está muerto y lo imposible hecho, solo queda extraerlo. Lo convenzo.
A partir de este punto empieza la crónica de la muerte anunciada.Primera bajada con el pez muerto: bajo, lo agarro de la cola, no puedo sacarlo, así que decido sacar la varilla del tiro inicial y que tenía las palometas casi fuera haciendo un esfuerzo grande. Lo consigo y la subo.
Segunda bajada, bajo con el gancho para meterlo hasta la boca del pez, engancharlo y tirar a la vez junto con la cola hacia atrás a ver si sale. Entro al taller, imposible meter el gancho, agarro la única varilla que ya tiene el pez en el cuerpo por el talón pero está atascada. Agarro al pez por la cola de nuevo para intentar pasarlo al nailon y sacarlo pero no sale tampoco. Me he olvidado del tiempo. Marcha atrás, subo apurado. En superficie pierdo un poco el control del aleteo, nada serio pero el cuerpo me está avisando. Recupero bien.
Tercera bajada, bajo con el desenrocador de mano para sacar la varilla, me meto, la engancho, giro y se afloja. Tiro pero el pez no sale, dejo la varilla, cojo el gancho que estaba en el fondo y vuelvo a superficie. Empiezo a sentir frío en el cuerpo.
Cuarta bajada, no puedo, a unos 3 metros el oído izquierdo no compensa. Subo. Repito y lo mismo. Me quito las gafas, limpio fosas, respiro por la nariz, escupo flema, coloco máscara. Lo vuelvo a intentar, ahora sí, bajo y compenso muchas veces, cada poco, para evitar problemas. Cuando estoy casi en la entrada de la piedra, plaf, el oído colapsa y no puedo compensar. Me paro, pienso en abortar pero pinzo la nariz con la mano, soplo fuerte y el oído compensa a lo bestia, así que retomo el descenso. Entro al taller, agarro al pez por la cola, tiro muy suave hacia tras, sale un poco, le doy para alante, otra vez para atrás y sale del todo. Lo suelto en el nailon, agarro la varilla, doy marcha atrás, saco la varilla en la mano y al pez detrás, los dejo en el fondo fuera de la piedra, e inicio el ascenso. Me siento algo corto de aire. Cierro los ojos, aleteo suave y vertical. Al rato, noto las manos de mi compañero en mi cintura que me ayuda a acabar los últimos metros. Ya estoy, se acabó en trabajo. Coloco el tubo en la boca, suelto aire para sacar el agua
....
Me da el aire en la cara, noto que tengo las gafas en la frente, me las coloco en los ojos, vuelve el sonido, oigo a mi compañero gritándome con nerviosismo, mientras yo me acuerdo del sueño que acabo de tener (literalmente). No entiendo nada. Lo veo agarrarse a la boya respirando aliviado. Me comenta que me dejó en superficie, pero que cuando giró para hablarme, vió como me quedé vertical sin aletear y comencé a ladearme. Me agarró, me quitó las gafas, y observó que estaba como en trance, mirando fijamente a Marte, con la boca semi abierta. Me sopló aire en la cara, me dio una palmada, y luego gritó. Cuando estaba ya echando mano al cinto de plomos justo retomé... los 20 segundos más largos de su vida. Nos calmamos un poco. Yo flipo un poco sin saber qué carajo ha pasado, me siento bien, pero acordarme que estaba soñando me hace tomar conciencia de que algo gordo ha pasado.
Mi compañero tira de la cuerda, sube el mero y nos vamos a la orilla. Son las 13:11, casi otras 4 horas. Me pasa el pez y me dice que ahora toca disfrutar de la captura, pero que ya hablaremos seriamente más tarde. Estoy muy orgulloso, pero ciertamente estuvo cerca de acabar fatal, tal vez debimos dejarlo antes. El resto del día estuve bien, descansando, algo fatigado pero sin sentirme raro.
La foto.