Décimo día: Las vacaciones van llegando a su fin, y tengo la sensación de que falta la pieza. Quedo con Greengo otra vez, pronto, para echar el día entero por la zona sur.
Empezamos fuerte, primero buscando meros a 30 m, que no vemos, y luego haciendo esperas profundas también, en las zonas de paso, entre costillas de pecios fantasmales. Hay mucha vida,
parrotxa le llamamos aquí, así que estamos atentos al azul. En una bajada de mi compañero, nada más hacer el golpe de riñón, dos limones que entraban se espantan, no los llega a ver, pero a mí me motivan a saco para la siguiente inmersión. Sube Greengo, le miro, respira bien y está tranquilo, signo de OK, me toca (en estas profundidades, pesca en pareja con protocolos de apnea). Bajo, pero no caigo en la zona, el fondo cae a mas de 40 m intuyo, así que hago una planeada, cuando me entran de costado 3 limoncetes decididos. Disparo al más cercano, carrete y lo recuperamos. Seguimos haciendo esperas y caídas y al de poco, en un balcón a unos 25 m vienen otros 2, esta vez más grandes. Me encanta el antifaz que llevan, y la entrada decidida que hacen. No se acercan tanto, y el tiro resulta algo alto. Mis 30 m de carrete resultan escasos para la profundidad y la fuerza del bicho, de forma que en la subida me echa una mano el compañero tirando del fusil hacia arriba. Tras una breve lucha, en la que me doy cuenta de la fuerza de estos animales (no quiero ni pensar lo que tiene que ser uno de 20, 30, 40 kg que se ven en los vídeos), lo aseguramos con otro tiro y pal barco. No son ni las 9 y la nevera no cierra, estoy feliz.
El resto del día lo pasamos visitando sitios a poco fondo, salen viejas gordas, un encuentro con un limón bien gordo en 2 metros de agua chocolate que no da opción…
Y dejamos para el final otro hot point. Después de 10 horas de mar, decidimos acabar la jornada en otro pecio hondo. Empezamos con esperas algo alejadas, para ir acercándonos poco a poco. En una de las bajadas lo veo. Otra vez un mero de buen porte, a escasos 10 metros de mí, mirándome de frente. Tengo la punta de la varilla chafada (literalmente la punta se ha partido y es plana) y me tengo que acercar lo suficiente si quiero tener opción Y otra vez la misma situación, me acerco, me aguanta, y en el momento del tiro el pez gira y fallo. Será la profundidad, el cansancio, la presencia de una pieza buena, la desconfianza en el equipo, la falta de experiencia con la especie,… o todo ello junto. Unas veces se gana y otras se aprende.
El pez se mete en una cueva, y en la siguiente bajada me da opción, ya que asoma el morro, pero en cuanto me acerco se mete pal fondo. Me asomo a la cueva y descubro que es como un p.to tubo volcánico, igual se mete 20 metros hacia el fondo. Decidimos hacer una intentona con una bajada en peso variable, para entrar en la cueva, pero no parece estar. Después de casi 12 horas de mar, damos por concluida la jornada.