Es sin duda alguna la especie a la que más tiempo le dedico, la que más me motiva pescar. Después de dos días de fuerte viento de poniente, con lluvia y mar de fondo, no era muy optimista de que pudiera mojarme para finalizar el año.
Me levanto a las 7:30 para ir al trabajo, tengo la inmensa fortuna de vivir a 1 min de una de mis zonas preferidas de pesca y antes de entrar en el curro me gusta pasarme a ver el agua. Aún había resaca, acompañada de vaciante y poniente, en esta zona son las peores condiciones. Resulta, que el agua el estaba muchísimo mejor de la idea que yo me había hecho, por lo que ya estuve toda la mañana con la ilusión de que podría ir un par de horas.
Así fue. Decidí llevar un fusil que suelo mojar poca, principalmente porque me siento tan seguro con los otros con los que pesco, que rara vez veo las condiciones idóneas para éste, que dicho sea, siempre que viene conmigo al agua, da la talla.
Se trata de un Paulasub Atlantico en medida de 90, un arma muy muy manejable, liviana, pero a la vez estable, ideal para rompientes o días de mucha marea, cuando hay que hacer tiros rápidos e instintivos.
Había ambiente, el temporal a removido todo el fondo y hay mucha comezón. No tardo en ver al primer robalo, cazando en la laja en la que tenía pensado empezar a hacer esperas, en unos 4 metros de profundidad.
Había aún mucha resaca, mar de leva y me costaba muchísimo agarrarme al fondo para hacer esperas.
Llego a una zona caliente, siempre hago la espera en el mismo sitio, he cogido y visto muchos robalos ahí y en esta fecha más.
El agua aquí está demasiado clara, tengo que esconderme bien o difícil será que se acerque a mi alguna pieza. Caigo al fondo y me agarro como puedo, las olas me balancean. No tardan en acercarse las bogas, curiosas y algo nerviosas, por lo que intuyo que algo puede haber cazando. Dos esperas anteriores me entró una barracuda que decidí perdonar.
Empiezo a mirar, de izquierda a derecha. Pum, oigo un coletazo. Miro a mi derecha y lo veo. Viene lento, pero sin pausa. Va pasando en perpendicular a mi posición. Lo reclamo con ruido gutural y cambia su orientación. Me ha visto, pero no sabe qué soy. Empieza a acercarse, con cara de pocos amigos.
Lo tengo a tiro, pero quiero que se acerque más, disfruto con ésto y a veces pierdo piezas por ello, pero qué le vamos a hacer, al final es esa la emoción que siempre busco.
A menos de 2 m de mi fusil, se gira, lo conozco, sé que después dan coletazo y dificilmente se vuelve a acercar, por lo que, disparo. La varilla es certera, el fusil es un bisturí y a tan bello animal, le acaba de apagar la vida rompiéndole la espina. Me acerco y disfruto de la belleza, una sensación de júbilo y a la vez de tristeza, por ver a uno de los peces más elegantes de nuestras aguas, apagarse. Pero amigos, la pesca es así, unos ganan y otros pierden, yo piero constantemente, pero ese día me llevé mi tributo, el regalo que El Estrecho me hace de vez en cuando por la pasión y respeto que tengo hacia él. No es una gran lubina pero en días como aquel, me saben a gloria.
Creo que entenderéis mejor mis palabras si las acompaño con el video del lance.
Sean felices, feliz año 2018.