Después de tantos días de Poniente en la zona, me encuentro con que al día siguiente entraba algo de viento de Levante, ¡¡¡por fin!!!, además, las condiciones de marea eran favorables para que pudiera verse algo de pescado, todo según los consejos que voy cogiendo de los más experimentados y de aquí y allá por el foro e internet. Me cuadra con día libre así que mañana.. a pescar.
Para mí, el día de pesca lo disfruto desde el día anterior con los preparativos de todo el equipo, afilar varilla, repasillo a uno de los cuchillos, cargar cámara y demás parafernalia. Mi mujer también me recuerda que cambie el dyneema del obús, ya que se lo enseñé la última vez y estaba deshilachándose y le dije que tenía que cambiarlo pero ya no me acordaba, menos mal. Whatsapp al compi por si le cuadra y tiene el día libre, pero no puede, así que iré solo de nuevo. Ya por la noche me acuesto nerviosillo esperando que llegue el día siguiente y me pongo a ver videos en la tablet para quedarme dormido.
Suena el despertador, me levanto, miro por la ventana y parece que el pronóstico por ahora se va cumpliendo. Le dejo el marrón de llevar a los niños al Instituto a mi parienta, desayuno con prisas, cojo los bártulos y al lío.
Conforme me meto ya veo movimiento de pescado como se preveía con la pleamar y el Levante. Bien.
Va pasando la jornada y me voy haciendo con dos sargos y dos salmonetes. Me pongo a hacer esperillas en una zona donde una vez cogí una lubina, pero nada, mis apneas no son muy largas y no me da tiempo a tumbarme cuando a los 25 segundos otra vez arriba.
Me dispongo a hacer un acecho por una roca que va subiendo a superficie para quedarme en la sombra a la mitad y hacer una espera allí, ya que algunas veces pasean por allí sargos de kilo. Me preparo, última inspiración de aire y para abajo sigilosamente apoyándome en la roca hasta que llego a la sombra. Me paro, miro hacia los lados buscando alguna silueta, cuando de repente, me entra por la izquierda tranquilamente una especie que nunca había tenido en mis manos, la había visto cazando alguna vez a velocidad de vértigo y de menor tamaño, pero nunca con esta tranquilidad y su mirada de superioridad. Me entra a placer, así que nada más que tengo que levantar el Atlántico 90, encararlo y apretar el gatillo. Todo lo tranquilo que estaba al disparar se convierte en nerviosismo, ya que se queda en la varilla y me da miedo se vaya a desgarrar. Así que suelto el fusil, perdiendo con ello las imágenes en que lo recupero, y voy tirando del hilo hasta que por fin lo tengo en mis manos. Remato al instante con el cuchillo en la cabeza y a disfrutarlo en el agua grabándolo en el agua de mil maneras.
Ahí os dejo el video. Sé que pocos leeréis todo esto antes de ver el video mamones!!!!!
Pero bueno, ahí queda para los que les guste la lectura.
Nos vemos en el agua o en los bares.