Este verano, mis vacaciones me llevaron a Menorcacomo siempre. No, no es que me queje. ¡Dios me libre! Es nuestro reducto veraniego desde hace muchos años, y í¢â‚¬â€œsorprendentemente- nuestros hijos siguen queriendo venir con nosotros, a pesar de sus edades (19 y 17 añazos ya), y es una época de contacto familiar
. Además, yo me llevo los trastos y me echo al agua todos o casi todos los días. Eso sí, de infantería y en la costa sur (Cala Galdana, una preciosa cala afeada por un megahotel encima de la playa, es nuestro puerto base), donde no suele haber mucho pescado, que digamos. Bueno, algunos ranas de la zona sí que pescan, pero me han llevado con ellos alguna vez, y para mí lo que hacen es í¢â‚¬Å“pesca-ficcióní¢â‚¬Â
: yo suelo pescar entre los 5 y los 10 metritos de agua, que con eso en Coruña nos defendemos bastante dignamente, y aunque allí siempre es más fácil bajar, de alcanzar los 20metros, nada de nada. Vamos, ni ganas.
Bueno, a lo que iba. Al día siguiente de llegar, me calcé el equipo a eso de la media tarde, con el consiguiente cachondeo de nuestros amigos del chiringuito de la playa
(como todos los años), y las miradas de refilón de los guiris próximos al final de la playa, desde donde salgo habitualmente. Al agua, y a disfrutar. ¡Qué maravilla! Agua templada, excelente visibilidad, ni una ola
¡Yo estoy hecho para esto, y no para el estrés de la marejada y el traje de 9 mm í¢â‚¬â€œsí, lo confieso- que uso en Coruña! A todo esto, para roquear y poder hacer algún disparo un poco más largo, preparé un 83 con gomas de un 75, ¡y casi no consigo cargarlo!
Al llegar al borde del acantilado, donde comienzan las rocas, ventilo y hago una bajadita a mirar una piedra donde a veces había visto sarguitos esconderse, sobre todo, para disfrutar del placer de bajar y mirar. Relajado, levanto la mirada ¡y me encuentro a una preciosa lubinita avanzando hacia mí! Un poco nervioso, porque era el primer disparo que iba a hacer con el fusil tuneado, espero, aprieto y ¡bingo! Un tiro perfecto
. Un poquito más de retroceso del habitual, pero una tremenda precisión. A la boya con la lubina, y a sufrir para volver a cargar el fusil. Sigo avanzando unos metros, y prácticamente repito la jugada: una hermosa visera que da a una cueva que se abre por el lado contrario de la restinga de rocas sobre la que estoy me invita a revisarla. No hay nada. Lo cual es lógico si tenemos en cuenta que debe haber unos 4 metros de profundidad Levanto la mirada y dos figuras macizas que dan vueltas alrededor de la piedra que se alza a unos 10 metros de mí me llevan inmediatamente a pensar que me he vuelto loco
. ¿Dos dentones de unos 3 Kg a 4 í¢â‚¬â€œ 6 metros de agua, a media tarde y en zona de paso de embarcaciones en el verano menorquín? Pues sí. Y yo, con el 83 y en el primer día de pesca del verano, más desentrenado que Ronaldinho a final de temporada. Aún así lo intento, claro. Pero nada, no hay tu tía. Hacen el amago de acercarse un par de veces, y a la tercera apnea, se van
.
Desde esa posición, veo un merito meterse en una pequeña visera hacia la izquierda. Puede estar a 3 ó 4 metros de profundidad, así que decido bajar a jugar con él. Bajo suavemente, veo al merito hacer la vela para explorar al intruso, y justo detrás de él, otro mero (3 í¢â‚¬â€œ 4 Kg) sale disparado y se mete en una pequeña grieta sobre la que había pasado multitud de veces otros años sin prestarle atención
. Tiro de linterna, meto la cabeza y ¡allí está! Al fondo, mirándome nervioso. Apunto y se mueve hacia un canal lateral, un túnel estrecho al que es imposible acceder. Saco la cabeza de la grieta y trato de no formar demasiado escándalo, para que no se asuste más de lo imprescindible. Más tarde, y otros días, volveré allí. Al menos en otras cuatro ocasiones veré al mero, pero nunca lograré una posición de tiro. No importa. Otro año será
.
Así, una salida tras otra. Algún merito (viéndolos desde superficie y bajando muy, muy suavemente para dispararles a la caída, justo antes de que se metieran en su refugio, a ser posible), acompañado de algunos corvallos decentes; un par de limones pequeños, ¡ah, y salmonetes! Lo justo para mantener a la familia feliz a la hora de las comidas
.
El último día, decidimos alquilar una lanchita para visitar las calas próximas, y aproveché la ocasión para acercarme a una piedra en la que ví (hace 8 ó 10 años) los dos corvallos más grandes del mundo: debían andar por los 4 Kg cada uno, y al intentar acercarme se introdujeron en un verdadero laberinto de grietas que deben confluir en el centro de la piedra, de unos 8 x 10 metros. Como os podéis imaginar, en mi línea, la piedra está a unos 6 í¢â‚¬â€œ 8 metros de profundidad, pero yo soy persistente: si bien no bajo mucho, rasco muchas piedras y voy con mucha calma
Tras localizar la piedra, bajo a la parte más alejada de la costa, a mirar la grieta más estrecha de las que dan entrada al corazón del refugio. Vacía. Subo lentamente, y a media agua veo tres corvallos preciosos moverse indolentes en el extremo opuesto de la piedra, en el borde de la poseidonia. Relajación, ventilación, golpe de riñón intentando no hacer ruido, y para abajo. Al llegar al nivel superior de la piedra, me quedo quieto, medio enterrado en la poseidonia. Levanto la cabeza, y ¡allí siguen! Estiro el brazo (sigo con mi 83), y el más grande de los tres se suicida al ponerse a tiro. Vale, vale, no ganaré el próximo mundial con él, pero í¢â‚¬â€œteniendo en cuenta las circunstancias- es una presa preciosa. El próximo año, si puedo, volveré a por más.