Ya sabéis que no me prodigo mucho en este foro, pero tenía ganas de dedicar una pesca a mi buen amigo José Félix (nhiplod), y ésta vale la pena.
Salimos el sábado con el mar como un plato y la promesa de aguas cristalinas. Después, la visibilidad estuvo en torno a los 12 metros, pero esto ya se puede considerar un lujo por aquí.
Salimos en la barca de mi amigo Paco y me lleva a unas marcas donde predominaban grandes planchas de entre 20 y 25 metros. Poco pescado y mucha línea por el fondo. A pesar de ser una zona muy extensa, la fuerte corriente nos daba oportunidad para solo una o dos bajadas antes de remontar. Y así hasta 14 veces, sin ver una cola.
Decidimos dejarnos llevar aprovechando la corriente para explorar toda la zona contigua y desconocida para nosotros. Aumenta la profundidad y detecto unas piedras que logramos marcar bien con la boya.
Un par de pasadas y la corriente no nos deja caer bien, pero vemos que predomina la arena limpia. Por fin afloja un pelo la corriente y consigo caer justo en una piedra. Hay mucho pescado y a medida que bajo los borriquetes se van haciendo de un tamaño más que considerable. La piedra tiene a media agua un boquete con salida y la silueta de un buen bicho se dibuja. No sé si es un pargo o una urta descomunal, pero toma las de Villadiego y mientras se me va quedando cara de tonto, se interpone un mero descarado. Un tiro perfecto de frente. Para arriba. Cuando empiezo a subir, algo raro pasa. La aleta izquierda ha roto. No se desprende del calzante, y se abre para frenarme el avance. El mero es de solo unos 7 kg y esta tieso, así que suelto hilo poco a poco y mientras, subo a la "pata coja". Se hace interminable, pero llego bien. El profundímetro marca 26,8.
Menos mal que hoy llevo para el barquero un par de antiguas aletas gara 3000 í¢â‚¬Å“fosilizadasí¢â‚¬Â. Reemplazo el calzante y me tiro. El aleteo se hace raro de narices, pero creo que me vale.
Ya en el fondo, miro una piedra y en la de enfrente, bajo una cornisa, veo una aleta pectoral importante. Avanzo, un coletazo levanta arena, meto la cabeza y un mero gordito me dice adiós por otra salida. La distancia es larga y está completamente de cola, pero disparo. Cae fulminado. La flecha se ha clavado en la espina. Empiezo a recoger hilo arrastrando el mero por el fondo y esto no se acaba nunca. Ya lo tengo fuera del boquete, así que suelto carrete y para arriba. El profundímetro marca 27,2 m. El mero pesaría 16kg.
Ahora toca descansar unos minutos y beber agua. Pero hay que darse prisa, porque la corriente ha aflojado mucho y hay alguna piedra más por mirar.
Todavía no me bajan las pulsaciones. Los meses de hacer el vago sin darle a los pedales se nota.
Consigo tranquilizarme y pego el cabezazo. Rodeo una gran piedra y antes de llegar al fondo veo una cola enorme girando. Voy detrás, el boquete es profundo, meto el cuerpo y disparo la linterna. Al fondo se está acomodando un bicharraco enorme. Si llega a ser la linterna de antes, solo habría visto un ojo brillante, pero con la JF3, tengo ante mí el espectáculo en toda su magnitud. Estiro el brazo y aun hay mucha distancia. Apunto detrás del ojo y ¡toma! el tiro ha sido bueno. Pero no lo ha matado. El mero empieza a dar patadas he intento aprovechar para sacarlo, pero es imposible. Me conformo con tensar y para arriba. Nada más llegar a la superficie pido las boyas de tensión y pongo el hilo como la cuerda de una guitarra. El profundimetro marca 29,2 pero me tranquilizo porque ya estoy casi en reparo.
Cojo otro fusil y bajo a estudiar la situación. No se ve nada con el fango, solo el hilo y con la linterna algo de la flecha. Opto por apoyar un pie y tirar con todas mis fuerzas. El bicho se debate y consigo arrastrarlo medio metro. Buena señal. No está completamente enrocado. En pleno esfuerzo he pegado con la espalda contra las aristas de la piedra. Temo lo peor, pero finalmente el traje no ha sufrido daños, aunque hoy, tres días después, me he visto unos preciosos moratones.
Vuelvo a tensar las boyas hasta verlas prácticamente sumergidas. Mientras, Paco baja y consigue tirar del hilo, pero sin ningún resultado. Veo que la corriente está girando. Hoy no habrá reparo absoluto. Por una parte, limpiará la cueva, pero no sabemos el tiempo que nos queda. Determino intentar matarlo de otro disparo.
En la siguiente bajada, la cueva se ha aclarado y veo perfectamente el bicho. Aun está un poco lejos. Apunto..... y otro buen tiro que tampoco lo mata. Vaya tela.
Esto se complica. En un momento la corriente ha cogido mucha fuerza y en diez minutos aquí no va ha haber quien aguante. Paco me dice que no me complique y corte los hilos. Bueno, un último intento. Si aguanto la corriente es porque estoy agarrado al hilo del fusil, que además me servirá de guía en la bajada. Desciendo despacio por culpa de la corriente y en el camino, tomo la determinación de cortar. En los metros finales saco el cuchillo y cuando estoy abajo, veo el mero tan cerca... ¡un último intento! Agarro por los dos hilos y tiro. El bicho se vuelve a debatir y aprovecho. Debo estar arrastrando una tonelada de arena con el mero, pero ¡ya está afuera!. Ni se mueve. Las dos flechas lo atraviesan y está prácticamente listo. Una vez lo tengo arriba me doy cuenta de que es un verdadero monstruo. Este bate el record. Solo el mío claro. Finalmente pesa 34kg, solo uno más que mi tope anterior. Pero me sabe a glooooria.
Y encima, al día siguiente, ¡¡Campeones, campeones, ohe ohe ohe.!! Jajaja, que pedazo de fin de semana.
Nota sobre el material:
Las tres capturas la realicé con un fusil de madera ligero 105 con una goma simple. En esta ocasión introduje una flecha SEATEC de 7mm, bastante pesada, con la que el fusil tiende a hundirse, pero los impactos son tremendos. Y lo que más me gusta, después de estas capturas, no se ha doblado un milímetro.
Para la pesca al agujero del mero gordo, la linterna JF3 fue fundamental. De no haberla llevado el tiro habría sido bastante complicado.
Al final, estos í¢â‚¬Å“pequeñosí¢â‚¬Â detalles deciden una buena pesca.