Fotografías con agallas
Es uno de los mejores fotógrafos de naturaleza submarina del mundo. El vizcaino Carlos Villoch, que ha recorrido los cinco continentes con sus aletas y su cámara, expone sesenta imágenes en el Museo Marítimo Ría de Bilbao.
María R. Aranguren- Lunes, 19 de Octubre de 2009 - Actualizado a las 07:30h.
ha titulado la exposición Blues, por los tonos azules de las aguas y por ese sentimiento de tristeza que le produce la sobrepesca, las redes a la deriva y la polución en mares, lagos y océanos. El vizcaino Carlos Villoch ha recorrido los cinco continentes fotografiando fondos marinos. Acaba de llegar a Bizkaia desde el Mar Rojo, donde ha pasado unos días persiguiendo tiburones con el objetivo de la cámara. El Museo Marítimo Ría de Bilbao expone hasta el 1 de noviembre una selección de sesenta de sus mejores capturas metafóricas, para las que sólo necesita un equipo de buceo y un buen flash.
Algunas de las imágenes que se muestran las sacó hace 15 años. Otras son de este verano. Desde Elantxobe, Matxitxako y Bermeo hasta Micronesia, Filipinas o el Mediterráneo. "A veces no hace falta irse al otro lado del mundo", asegura este genial fotógrafo con conocimiento de causa.
La primeras fotografías del recorrido retratan el mar Cantábrico. Un mar que "a primera vista puede parece gris y oscuro, pero que recupera todo el color con la luz artificial de los flashes", explica Villoch, que se dedica profesionalmente a la fotografía submarina desde hace 15 años y que posee un banco fotográfico con el que abastece a revistas internacionales para las que realiza reportajes, acuarios, museos y otros.
"Esto es un rape, ése que se ve tan feo y gelatinoso en las pescaderías y que en la fotografía parece una auténtica criatura del espacio", continúa. El rape mira fijamente a la cámara con la boca abierta y una belleza extraordinaria, la que contiene un mundo inaccesible para la mayoría de los humanos.
Pero lo que fascina y hiere al artista es el vacío que caracteriza hoy al Cantábrico. "En esta imagen no hay vida. Sólo un paisaje hermoso afectado por la intervención humana", observa. "La sobrepesca y la pesca con redes de arrastre causan un daño terrible y no permiten que entre vida en las zonas del litoral. Cada día se ven menos peces grandes".
Villoch, que ha vivido siempre con el mar bañándole el cuerpo, ha podido constatar esa degradación que afecta a la vida bajo la superficie. En realidad, su idilio con el mar comenzó como la de muchos otros. En invierno, todavía niño, devoraba los documentales de Jacques Custeau. En verano, de vacaciones en el Mediterráneo buceaba con gafas de agua y un par de aletas.
Poco a poco, con la pesca submarina, llegaron las bombonas de oxígeno y le picó el gusanillo. "Poco a poco empecé a aficionarme y a realizar vídeos sencillos bajo el agua, aunque al final terminé dándome cuenta de que la fotografía era mucho más interesante porque me permitía jugar con la luz, afrontar el reto de captar el instante".
el carácter de los peces Hoy día, Villoch realiza alrededor de ocho viajes al año e imparte cursos en los que desvela algunos de los secretos de la fotografía submarina. La exposición, lejos de quedarse en el Cantábrico, refleja este ajetreo y dedica una sección a los animales y vegetales marinos que viven en zonas alejadas de la costa, como la ballena jorobada, las mantas o la foca leopardo, que abre la boca en un gesto aparentemente cómico. "La foca leopardo es el máximo depredador de la Antártida", aclara el experto. "Mide entre tres y cuatro metros, se mueve como una serpiente y es muy agresiva. Hace unos años incluso llegó a matar a una submarinista".
Pero siempre que habla de peligros, Villoch los contextualiza. "Si se bucea responsablemente, los riesgos se minimizan". Asegura que en sus más de 6.000 inmersiones pocas veces se ha visto en situaciones críticas. "Alguna vez me he llevado algún susto, pero la causa siempre ha sido un error humano o tratar de bucear en condiciones para las que no estaba preparado".
Según explica, ninguna especie marina resulta agresiva si se toman las debidas precauciones y se respeta su territorio. "El fotógrafo tiene que ser muy cuidadoso. Hay gente que por sacar una foto arrampla con todo lo que tiene alrededor, se agarra al fondo y no le importa molestar a los animales. Si me tengo que apoyar en el fondo para tener estabilidad, procuro buscar una zona de roca que no tenga vida y apoyar sólo uno o dos dedos".
Cuando explica el contenido de las fotografías, el submarinista vasco alude al deterioro medioambiental con contundencia, sin dramatismos. A veces hace explícita esta preocupación en sus imágenes. En una de ellas, una tortuga verde nada libre por las aguas. En otra, un individuo de la misma especie aparece muerto y atrapado en redes abandonadas.
Pero los fondos marinos no ofrecen sólo imágenes desoladoras. También están cargados de alegres sorpresas. "Cuando veo un pez payaso no puedo dejar de fotografiarlo", confiesa el vizcaíno ante la imagen de un invertebrado anaranjado.
Aunque dispone de una linterna con la que puede iluminar tenuemente los fondos, Villoch depende de sus conocimientos para imaginar los colores de la vida marina. "Al final aprendes a saber de qué color es cada coral y cada pez antes de iluminarlo", asegura. Pero hay algunos animales a los que conviene no molestar, como al imponente tiburón blanco.
tiburón blanco El tiburón blanco es el gran temido y el gran desconocido. Villoch lo fotografió desde una jaula, en las costas de sudáfrica, a cuatro metros de profundidad, porque el tiburón es un animal tímido y sólo se acerca tras haber echado comida al agua. "No quería que el me considerara un alimento más", bromea. Aunque los encuentros más agradables tienen que ver con los arrecifes, a los que dedica otra sección en la muestra, y los delfines. "Sobre todo los delfines salvajes, que son los que más curiosidad sienten por el buceador", comenta. "Primero se acercan un poco a ti, como observándote y luego siguen buceando a su aire".
Como para la mayoría de los fotógrafos submarinos, su sueño tiene la forma de una enorme ballena. Villoch ha tenido la suerte de fotografiar a más de una en el Océano Pacífico, aunque asegura que hay que invertir muchas horas para encontrarlas y que hay que acercarse poco a poco, con sigilo. "Esas imágenes con el mar en calma, el agua limpia y ballenas son impresionantes", recalca.
Para conseguir que su trabajo culmine en éxito, Villoch, que ha ganado entre otros el premio al Mejor Fotógrafo Europeo de Naturaleza Submarina 2008 y Mención de Honor en el BBC Wildlife Photographer of the Year 2006, necesita contar con un buen equipo.
"En una expedición de fotografía submarina hay muchas partes implicadas: el equipo, los proveedores, los esponsors y el guía local, que conoce a qué hora y dónde hay que estar para sacar la foto", explica.
Otros lugares los elige meramente para el disfrute. Como ese rincón en un arrecife de la isla de Papúa en Indonesia, donde todo son corales y peces y donde merodea, de vez en cuando, algún tiburón. "Si estás en un sitio de esos -concluye con la mirada perdida- no quieres subir nunca a la superficie".
