Hola a todos.
Como veo que os gustan las historias de pesca os contaré mi último viaje que ha sido a Panamá, donde han ido también unos compañeros de este foro e, incluso, hemos coincidido en el tiempo pero no en el espacio Ellos, Espantameros y Cols. Estaban en el Norte, cerca de Costa Rica; aguas claras y con mucho pescado. Me enteré allí de que tenían algún problema pero como ellos estaban en la otra punta de Panamá, Chiriqui, y yo en Pta Chamé, en frente de la isla de Otoque cuando no perdido en medio de Las Perlas pues poco pude ayudar.
Esta vez hemos ido dos pescadores. Un día mi colega me llamó por teléfono y me dijo: nos vamos a PanamáYA. Y dos semanas después estábamos volando. Como os podéis imaginar el viaje es muy pesado, habida cuenta de que el que más o el que menos ya tenía un vuelo previo o un viaje en bus.
Una vez en Panamá nos esperaba un amigo para llevarnos a su hotel: Casa Amarilla, (
http://hostalcasaamarilla.com/es/node/25) donde por fin pudimos descansar.
Allí disponíamos de una habitación muy confortable y de un coche con el que nos movíamos para ir a la playa donde estaba la lancha que nos llevaba a Otoque y demás islas y escollos
Y para explorar los alrededores fundamentalmente una laguna y una playa de casi 30 kilómetros de larga.
Había muchos practicantes de kitesurf, la mayoría bastante perjudicados debido a las picaduras de rayas que las hay a miles en la playa, sobre todo con la marea baja. Cuando llegan a la orilla y bajan de la tabla de un salto se encuentran con la sorpresa.
La idea previa era quedarnos en Casa Amarilla durante un tiempo alquilando por 80 USD/día una lancha con barquero para salir a pescar y posteriormente, si las circunstancias eran favorables, hacer una ronda por Las Perlas a bordo de la barca de un amigo.
La gasolina estaba incluida en el precio. El tiempo de navegación hasta Otoque era de una media hora. Desde ahí nos movíamos entre islas e islotes y cogíamos un pescado por allí y otro por allá. El primer pez que pesqué fue este gallo
En general la visibilidad era mala o muy mala: a mí no me gusta pescar así pero pescábamos. En esta zona, en el escollo más alejado del grupo de Otoque el agua estaba medianamente clara; 4 metros de visibilidad, pero la marea tiraba mucho y el agua estaba en ocasiones completamente plagada de medusas: aguamala, como dicen allí. Nos picaron de lo lindo en la cara; era imposible pescar en esas condiciones. Nunca ví nada igual. Pero allí siempre pillábamos jureles. Y los días que tuvimos agua limpia (8 í¢â‚¬â€œ 10 m) era un espectáculo. También vimos carpas rojas de buen tamaño (10 k) pero estaban muy asustadas.
Me pasó un caso que, ahora, me da risa pero en su momento pudo ser dramático. Resulta que nuestros anfitriones no habían probado nunca el pez ballesta, ya sabéis; hecho al horno entero, con piel. En realidad es un pez de carne exquisita pero no está justamente reconocido. Yo les dije que les llevaría uno para que lo probaran. Pues uno cogí, y bien gordo. Pero no era del tipo al que estamos acostumbrados sino que tenia un color azul intenso. Cuando lo tenía arponeado me descuidé y lo acerqué demasiado al pecho ¡AY!... me mordió debajo del pectoral izquierdo. Fue como si me engancharan con unas tenazas; fue una mordedura tenaz. No soltaba. Por un momento pensé que me iba a arrancar un buen pedazo de carne. Era consciente de que ahí se iba a terminar mi viaje de pesca. Después de unos minutos (que se hicieron eternos) y mientras me acercaba al barco me armé de valor y tiré del pez y logré soltarlo. Cuando llegué me daba miedo mirar el destrozo. Afortunadamente no me hizo herida sino un hematoma casi del tamaño de un CDrom con la marca de los dientes en medio. Me salió una dureza extraña que aún la tengo. Me estuvo doliendo el resto del viaje.
Esta:
Y encima salió malísima.
También hubo otros peces.
Todos estos pescados con el Asso 115 que, para cargarlo, teníamos que hacerlo en el barco ya que no le tenía cogido el chiste hasta que se lo cogí. Por lo demás hay que reconocer que tira muy bien.
Todo el pescado lo teníamos que filetear para guardarlo y para comerlo. Era un trabajo largo y tedioso la cerveza Balboa ayudaba í¢â‚¬â€œmejor que la Atlas-
Y así fueron pasando los días, disfrutando del entorno, de las comodidades del hotel, de la comida (Gilles y Rose Marie encantadores y excelentes cocineros), de la música, de la piscina por la noche
Y la pesca habitual Carpas rojas (pargos) de varios tipos, carángidos también de varios tipos. Cogimos una corvina que aquí es un pescado muy apreciado.
Y un par de días fuimos a la ciudad, de compras, yo con la firme intención de comprarme un Riffe ya que empezaba a estar, no obstante, hasta los mismísimos huevos de los fusiles de aire; la mitad de las veces se me salía el tenuta de su sitio entrando agua en el cañón; perdí un montón de pescado por ese motivo y los tiros eran muy malos. Tampoco podía cargarlos. Pero en el momento de pagarlo í¢â‚¬â€œun riffe de 120 con 4 gomas de 16 mm y punta zafable- me dije que estaba haciendo una tontería fundamentalmente porque tengo varios fusiles de madera en casa tan buenos o mejores que el riffe y que era una forma de claudicar vergonzante. Al final no lo compré. Retoqué los extensores alargándolos y me hice a la idea de que si otros los usaban con comodidad yo también podía lograrlo.
Así que cuando llegó el momento de embarcar en el barco de nuestro amigo (un catamarán de 16 m de nombre í¢â‚¬Å“Eclipseí¢â‚¬Â) lo hice sin posibilidad de utilizar otra cosa que mis fusiles de 115 y 135.
El cata era este
Yo y mi compañero de aventura.
La tripulación la componían el patrón, el marinero (Eric), y nosotros dos. Ya habíamos abandonado las comodidades de Casa Amarilla y tendríamos que adaptarnos a las frugales y espartanas condiciones de vida a bordo; incomodidades, comida pobre etc. Hasta el pan teníamos que hacerlo
Aquí Eric peleándose con la masa
Vimos, de camino a Contadora una ballena muerta.
Contadora era la isla donde contaban las perlas cogidas en el archipiélago de las idem. Se da la circunstancia de que la perla Peregrina, que pertenece a la corona española, viene de archipiélago.
Aquí está Eric con un arroz con coco, aguacates y pargo al estilo de Darien que se dejó comer.
Se da la circunstancia de que Eric trabajaba en un barco de pesca (una lancha de veintitantos piés) cerca de la frontera con Colombia y, aparte de las faenas con las redes se encargaba de la cocina, vamos; que resultó que era un muy buen cocinero con cantidad de recetas indias que, os lo juro, estaban buenísimas. El vino que bebíamos era chileno: í¢â‚¬Å“Casillero del Diabloí¢â‚¬Â, de bodegas Concha y Toro, la cerveza í¢â‚¬Å“Balboaí¢â‚¬Â y el ron de los aperitivos í¢â‚¬Å“Abueloí¢â‚¬Â y í¢â‚¬Å“Zacapaí¢â‚¬Â. Ahora caigo en la cuenta de que no he probado el agua en todo el viaje. Jolín: no teníamos ni agua
Las cenas a base de de pescado, fondeados muy cerca de la playa al lado de los cocoteros, después del calmante a base de ron con azucar de caña y maracuyá, acompañada de de las cervezas, y de las dos botellas de vino, las cenas, decía, hasta se nos antojaban agradables. Además estaban las historias que contaba Eric de su época en Darien, y cómo las contaba tenía el don del suspense, historias con tiburones y piratas contribuían a hacerlo todo más llevadero.
Nuestra idea no era quedarnos en Contadora sino bajar más al sur, hasta Pedro Gonzalez que es algo así como ese sitio que todos hemos soñado alguna vez.
Después de 10 horas de navegación fondeamos en una cala muy protegida,
Cenamos y un poco aturdidos por el aire nocturno nos fuimos a dormir, cada uno a su camarote doble, sin caernos ni equivocarnos de camarote.
Al despertar nos esperaba el desayuno: te, café, tostadas, mantequilla, mermelada, cereales, aguacates, maracuyá teníamos la esperanza de que más tarde o más temprano nos iríamos acostumbrando a ese estilo de vida.
Y después, con la marea alta, a buscar con la sonda y el ploter el increíble í¢â‚¬Å“bajo del medioí¢â‚¬Â. Una vez localizado y marcado con una boya, fondeamos el cata a una distancia prudencial y nos preparamos. Fuimos con el aux. a la boya y nos metimos muy discretamente en el agua.
Bueno, pues el agua, aunque más clara que en Otoque, no dejaba de estar sucia: para nada era el agua azul que estábamos buscando. En 10 mts no se veía el fondo. Había jureles y peces de coral en cantidades industriales, tiburones nodriza debajo de cada saliente, alguna carpa pequeña vamos: una í¢â‚¬Å“emeí¢â‚¬Â tan grande como el sombrero de un picador, en un fondo que con la marea alta tendría 10 ó 12 mts. La cantidad de peces del coral era tan exagerada que cuando bajabas no veías detrás de esa pared en movimiento. Y eran gordos; más de 5 kilos. Se venían a frotar con la punta del arpón. Era digno de ver.
El caso es que en un momento dado encontramos en uno de los lados del bajo una caída muy pendiente, casi vertical, llena de bloques de basalto (parecido a los tetrápodos de una escollera) que bajaba hasta 22 mts.
A partir de ahí todo fue diferente.
Bueno. Por debajo de 15 mts y súbitamente el agua estaba cris-ta-li-na y sensiblemente más fría.
No puedo describir la vida que se veía allí. No importa dónde miraras había cantidades de peces de coral de todos los tipos. Había una especie en concreto í¢â‚¬â€œamarillos y con rallas- que era como una nube que se perdía en el horizonte. Pero la variedad era tremenda. La de esperas que hemos hecho allí sólo para mirar entre otros motivos porque hubo un momento en que ya teníamos las tres neveras del cata llenas de filetes de pescado. Morenas inmensas nadando entre las piedras rayas leopardo enormes meros pargos serras bojalas (lechas, pez limón, medregal) nodrizas y miles y miles de peces de coral que sólo se apartaban y te dejaban ver más allá cuando un pez gordo se acercaba en ese momento detrás del túnel que dejaban los peces veías el grupo de bojalas acercándose, o la carpa.
Perdí 4 lechas por culpa de una mala carga con los tenutas del 135 pero acabé aprendiendo a cargarlo sin flaquear y conseguí que no entrara agua. También aprendí a tomarle el pulso al disparo. Y cogí algún pez.
Después, por la noche, el duro momento
Al día siguiente desembarcamos para coger fruta; cocos y mangos. La frondosidad de la vegetación era como en las películas
En la Isla de Pedro Gonzalez hay una laguna bastante grande de agua salobre donde hay caimanes. Eric tenía la esperanza de poder variar un poco la dieta pero no tuvimos la suerte de atrapar ninguno. A esas alturas igual me hubiera dado comer caimán habida cuenta de que los trozos de carpaccio de bojala y pargo eran cada vez más gordos y por esa razón estaban sin curar con las salsas y el limón. Gordos como bombones
Aquí antes de perder las formas con el tamaño de los trozos de pescado crudo
En esa laguna había pargos pequeños, detalle este muy curioso
También encontramos huellas de tortuga.
Pero a pesar de los esfuerzos de Eric, no conseguimos añadir huevos a la dieta.
Ni carne ni huevos; sólo fruta
Y con la marea alta volvimos al bajo del medio
Y después el condumio
Esa tarde regresamos hacia el Norte, hacia Contadora, con la intención de pescar en Pacheca y alrededores. Tardamos más de lo calculado porque el viento lo teníamos de cara y hubo que hacer varias bordadas. Además teníamos que sortear la pequeña isla de Sata. Catalina y otros dos bajos muy peligrosos que vienen en la carta (de papel y electrónica, pero cuya situación no es exacta; teníamos que estar muy atentos a las rompientes y a la sonda. Llegamos muy entrada la noche. Pacheca es una isla privada de un ciudadano colombiano que está de vacaciones a costa del erario público Panameño. No obstante la familia va y viene en helicóptero a la inmensa casa que tienen allí. En la isla hay perros sueltos, dobermans, que imponen bastante respeto pero que son muy cariñosos a pesar de su fiero aspecto. Esto nos lo dijo Eric quien en una ocasión tuvo una aventurilla con los guardias armados que vigilan la casa.
Ese día se nos acabó el gas.
Hay una isla al NE de Pacheca, creo que es Pachequilla, donde hay miles de pájaros de todo tipo y cantidad de árboles frutales. El patrón y Eric desembarcaron para coger fruta y fueron atacados por una legión de murciélagos frugívoros (o frutívoros) que no querían que les robasen las í¢â‚¬Å“Guineasí¢â‚¬Â que es el tipo de plátano pequeño y muy dulce
También pillaron cantidad de cangrejos í¢â‚¬Å“terrestresí¢â‚¬Â en los árboles.
Los hizo el patrón al estilo tailandes. Fue un buen aperitivo.
El patrón í¢â‚¬â€œy armador del cata- es también un gourmet de 1킪 categoría Una persona de muy amplios criterios, muy cultivada y excelente persona.
Y los días que siguieron ahí fueron tan aburridos y monótonos como los demás.
Siempre pescando, comiendo y bebiendo sin conocimiento.
El pez más grande que pescamos fue esta carpa roja de más de 30 kilos que dio mucha guerra.
Y hay muchas anécdotas que contar pero aquí lo voy a dejar porque no quiero aburrir al personal más de la cuenta.
El patrón insiste para la próxima vez en la zona norte; Las secas, Montuosa, Isla Cocos, Isla Barracuda (estas dos últimas por lo que he oído son la pera limonera) pero chico no sabemos qué hacer Además de las penurias propias de la vida a bordo (como ha quedado claro) tendríamos que ir en el coche desde Panamá City hasta el lugar de encuentro (¡Jó! por lo menos 500 km), y embarcar allí.
¡Qué dilema!